Cualquier nacido en Estados Unidos puede llegar a presidente de la nación y cualquier nacido en Venezuela a miss Universo por tradición e imagen de marca. (A presidente de la nación no, porque para eso ya está Hugo Chávez trabajándose la perpetuidad). ¡Hombre, tendrá que ser mujer para ser miss Universo! No. Pronto será cualquier nacido porque una cosa tan vieja y rancia como los concursos de belleza femeninos necesita de una continua actualización con valores modernos para seguir vendiendo su mercancía antigua. (Huy, perdón, no venden mercancía antigua sino alegría y belleza y no hacen mal a nadie, ¿a quién no le gusta ver chicas guapas? Pues, sin complejos. Las críticas a los concursos son resabios resentidos del lado frío de la guerra fría). El concurso de Miss Universo no sólo no ha desaparecido en el siglo XXI sino que tiene más presencia mediática, para beneficio de su dueño, el filántropo Donald Trump (no caigo en si es filántropo pero, dado que es especulador y multimillonario, seguro que sí). Para mantenerse en un mundo donde lo femenino está en continuo cuestionamiento, estos concursos han tenido que ponerse al día: las concursantes pueden ser madres, pueden haberse corregido con alguna operación de estética... En unos años podrán haber nacido hombres porque no se discriminará la participación por razón de nacimiento ni de género, siempre que sigan llorando al saberse ganadoras y siendo firmes partidarias de la paz en el mundo (aunque su opinión haya influido tan poco en Bush, Blair y Aznar en las Azores; pero, oye, hay que mirar hacia el futuro, como Aznar, que se prepara abdominalmente para míster Universo senior en bodybuilding). No se acabarán los concursos de belleza ni cuando sea inaceptable la discriminación por el aspecto físico que históricamente ha primado a las guapas en la selección de participantes.