El equipo de fútbol de la ciudad donde resido va a jugar el primer partido de Liga en el estadio del Real Madrid y la gente aficionada a ese deporte vive las vísperas del acontecimiento, entre el temor a una derrota estrepitosa y la ilusión de una victoria heroica. Los pesimistas, y los que ponen el dinero como medida de todas las cosas, argumentan que la entidad madrileña se ha gastado este año 254 millones de euros en fichajes mientras que la entidad local, que tiene telarañas en la caja de caudales, apenas ha invertido 100.000 míseros euros, la cifra más baja de toda la categoría. Y el entrenador del equipo, un vasco meditabundo, ha dicho que quiere entrar y salir de pie del coliseo de Concha Espina, lo que nos indica que no descarta un KO fulminante y una retirada en camilla.

En realidad, las diferencias entre una escuadra y la otra no deben de ser abismales, desde una óptica puramente deportiva, porque si recurrimos a la estadística de los últimos 18 años el equipo que viste de blanco y azul ha ganado casi tantos partidos como el equipo que viste de blanco en los enfrentamientos entre ellos. En casa los ganó todos menos una derrota y cinco empates, y fuera los perdió todos menos una victoria y dos empates .Y si queremos afinar más en las siempre odiosas comparaciones hemos de destacar que las victorias del equipo blanco y azul fueron más apabullantes que las del blanco porque abundaron las goleadas, los repasos y las virguerías técnicas de aquellos asombrosos sambistas brasileños que pasaron por aquí en una especie de fantasía tropical irrepetible.

Por lo que se refiere a clasificaciones y títulos nacionales conseguidos en ese periodo de tiempo, también andan parejos. Sin olvidarnos de aquel titulo de Copa en la celebración del centenario blanco, con todo el madridismo oficial en el palco incluidos el rey Juan Carlos y el presidente Aznar, y con Plácido Domingo cantando a voz en cuello una versión operística del "Hala Madrid" verbenero.

Entonces, como ahora, también estaba al frente del club don Florentino Pérez, que después de fracasar el primer episodio de La guerra de las galaxias retorna como el Jedi para terminar la gran misión que cree que le ha reservado el destino: devolverle a la afición las glorias deportivas alcanzadas en la etapa de Di Stéfano y Santiago Bernabéu.

Don Florentino, cuando era niño, iba de la mano de su papá al campo y allí se deleitaba con las palizas que aquel equipo legendario le propinaba a las escuadras provincianas que acudían a jugar con el mismo ánimo resignado con que los cristianos salían a la arena del circo romano para ser devorados por los leones. Ya de mayor se ha hecho rico, riquísimo, y quiere repetir la experiencia. Voy a hacerle un vaticinio. No lo conseguirá. Recuerde que los cristianos acabaron haciéndose con el poder y poniendo a los leones en su sitio.