Sheryl Weinstein, antigua amante de Bernard Madoff, quiere recuperar en las librerías lo que perdió en el despacho del estafador y saca un libro que cuenta escenas de cama. Para especular, conviene saber que Madoff cortó la relación y que, dado que la historia tiene más de veinte años, la que escribe no es una mujer despechada sino desperrada. Madoff besaba bien, dice la escritora. Es el comportamiento erótico propio de un estafador. El primer trato ha de ser muy prometedor y los siguientes también, si no se entra en profundidades. Él entró en profundidades y, así, la revelación más grande de Sheryl es que Bernard la tiene pequeña. Salvo en sus extremos, el tamaño no importa. Pero va en gustos. Weinstein asigna un valor público al tamaño que no le daba en privado, como usuaria reiterativa. Para la intimidad (como para el erotismo), el tamaño no importaba. Para la publicidad (como para la pornografía), "es pequeña". Lógica empresarial: hay empresas familiares que dan beneficios pero, a partir de un momento, los propietarios creen tener un problema de escala, o sea, de tamaño, y salen a Bolsa. Aunque la información está regulada, nadie sale a Bolsa diciendo que la tiene pequeña. La Bolsa es expectativa; y la expectativa, cuanto más grande, mejor. Ahora hay negocios enteros en el aire por esa confusión entre familiar y social, entre la dimensión del pene y la de la Bolsa, porque creyeron que el tamaño importa y que paquete significa lo mismo para las acciones y para los órganos sexuales masculinos. Habrá quien piense que el tamaño importa y que ésa es la razón de que Madoff se esforzara en perpetrar el mayor fraude financiero de la historia: 65.000 millones de dólares. El sexo siempre delante, la esposa de Madoff, a la que fue fiel financieramente, tiene que justificar la procedencia del dinero de todo gasto superior a 69 euros. Sesenta y nueve, el número de los auxilios mutuos de la sexualidad.