Seguramente estimulado por la difusión periodística que yo hice de alguna de sus pesquisas, un conocido mío que se entretiene grabando programas de radio y televisión en los que sospecha que pueden darse sabrosos hallazgos, me pasa un capítulo sobre la vida de Franco que emitió el canal Historia. En él se recogen algunos episodios de la vida pública del dictador, desde la boda de su nieta con Alfonso de Borbón, hasta sus veraneos coruñeses, asistencia a inauguraciones de obras públicas, y audiencias a embajadores y dignatarios extranjeros. Como no hay sátrapa en España que no se entretenga con la caza, en la filmación puede verse a Franco disparando contra unas manadas de cérvidos empujadas oportunamente a pasar por delante del puesto en el que se encontraba. Era prácticamente imposible que no les acertase, dado el número de ellos y la cercanía del ilustre escopetero, pero los comentaristas del reportaje, casi todos gente del antiguo régimen, le alababan la puntería como si fuese Guillermo Tell.

La visión de la matanza, con todas las piezas tiradas en el suelo para su recuento, me dio un poco de aprensión. Franco fue un gobernante que ejerció el poder con tremenda crueldad y aún quedan enterrados en lugares desconocidos muchos de los miles que ordenó ejecutar por el simple hecho de pensar de forma distinta a la suya. De aquellas cacerías, en las que se hacían política y negocios, uno de los partícipes habituales, Manuel Fraga, recuerda que en una ocasión se le disparó la escopeta y le dio una perdigonada en salva sea la parte a la hija del dictador. Pero ni a él le costó el puesto de ministro ni a la señora le impidió asistir a una cena ese mismo día. El pulso firme y el buen ojo de Franco no se circunscribía a la caza porque el sátrapa también gustaba de la pesca de río y de mar y en esa faceta demostraba parecidas habilidades. En Asturias, sacaba del agua salmón tras salmón, o trucha tras trucha, y en Galicia le entraban al anzuelo peces enormes y, en una ocasión señalada, hasta un cachalote. Un amigo de mi padre decía que al abrir en canal uno de esos ejemplares habían encontrado una placa en la que rezaba: La cofradía de pescadores de Sada al Caudillo de España. La obsequiosidad y el halago reverencial hacia Franco eran algo notable y a los que lo conocimos aún nos sorprende su intensidad y extensión social, como si en vez de un hombre regordete y astuto estuviésemos en presencia de un ser tocado por una gracia sobrenatural. Es obvio que él se aprovechaba de esa circunstancia exhibiendo una faceta de fría imperturbabilidad que impresionaba a los que lo trataban ocasionalmente. Hablar poco en un país de habladores excesivos es siempre una ventaja táctica. Como señalaba antes, en el reportaje histórico sobre la etapa franquista participaron algunos personas que tuvieron proximidad a su figura además de Fraga, como un general que fue jefe de su casa militar, el ex alcalde de Sada (más conocido como Moncho es Mucho) y Félix Morales, un periodista zamorano que fue director de Arriba y hoy es vicepresidente de la Fundación Francisco Franco. La idea que transmitieron todos es que el dictador fue el "cirujano de hierro" que necesitaba el país. Al final, Fraga, creyendo estar fuera de micrófono, tuvo uno de sus famosos arrebatos y dijo : "... y al que no lo piense así, me cago en su padre". Contundente.