Opinión
Pedro De Silva
El don de la elegancia
Tuve ocasión de tratar a Juan Luis de la Vallina Velarde en la política, de forma especial con motivo del debate del Estatuto de Autonomía para Asturias, primero en la asamblea que lo elaboró y después a lo largo de su tramitación en las Cortes, hace ya casi tres décadas. Como nuestras posiciones al respecto eran abiertamente discrepantes, esa relación fue de controversia, pero hay pocos modos mejores de conocer el talante verdadero de las personas. Era hombre de absoluta firmeza y rotundidad en la defensa de aquello en que creía, pero además de hacerlo con la plena solvencia técnica y argumental que le proporcionaba su formación, desempeñaba su tarea con una elegancia, corrección y fair play poco común en la política, incluso en aquel tiempo en que los modos eran menos agrestes que los de hoy. No se trataba, en su caso, de una impostación, sino del destilado natural de una actitud serena ante la vida y ante la política. Además de excelente parlamentario siempre me ha parecido un hombre bueno, que predicaba el respeto con el propio ejemplo.
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