Opinión | shikamoo, construir en positivo

José Luis Quintela Julián

Tan sólo poesía?

Releo estos días algunos poemas. El verano siempre es tiempo dicen que para el amor y, desde luego, para mí de poesía. No sé si esto es por los atardeceres junto a la orilla del mar, suave, o por el olor y el color que todo lo tiñe, ya a partir de la mitad de la primavera. El caso es que he elegido, como muy a menudo, alguno de los poemarios de Jaime Gil de Biedma. Y, claro, como siempre que esto ocurre me asaltan mil y una sensaciones distintas, que convergen en sentimientos ya cantados por otros poetas, y que en el autor ha fijado gran parte de sus inquietudes a lo largo de su obra. El paso del tiempo, la pérdida de la juventud o, cómo no, la comprensión de lo efímero de la vida y el inmenso regalo que es poder saludar cada día al sol?

Compagino esta vez la lectura con el visionado, por vez primera para mí, de la obra El Cónsul de Sodoma, que trata precisamente de la vida de este poco prolífico pero importante poeta español. Y, cómo no, decirles que me ha impresionado la dirección, la fotografía, la capacidad de fundir literatura y escena y, sobre todo, la lograda interpretación de Jordi Mollá, en el papel de Jaime. Sin aspirar a realizar crítica de cine, un terreno donde me muevo francamente mal y me falta conocimiento y sobra voluntad, me lo he pasado bien con la película. Pero, sobre todo, me ha parecido estar ante un producto de buena factura, con el que pude seguir textos y ritmos bien conocidos por mí a través de la obra del autor bien embebidos no sólo en los diálogos, sino en el conjunto de lo que para mí es todo un documento de una historia reciente que no convendría pasar por alto.

Después de esta sesión combinada de cine y vuelta a una lectura cercana, he preguntado un poco por ahí? y entonces he reparado en algo que hoy les planteo, y que tiene que ver con la paulatina pérdida de notoriedad, conocimiento y reconocimiento de buena parte de nuestra literatura. No cabe duda de que una de las más ricas del mundo, claro, pero que cada vez más se ciñe, o esa es mi inquietud, a ámbitos reducidos. Los mismos problemas a los que ahora nos enfrentamos usted y yo ya han sido escudriñados y vueltos arte por personas sensibles que han tenido la capacidad de convertir sentimientos y sufrimientos en letras. Y eso, para mí, es uno de los elementos más sublimes propios de la condición humana. La capacidad de transmitirnos sensaciones a partir de las palabras?

Escribo estas líneas en una bonita terraza frente al mar, al pie del Castillo de San Antón. El sol luce y el milagro del día a día acontece a mi vera. Y, mientras a mi alrededor, quizá usted o su vecino, en un cóctel de personas y hechos que bien pudiera reconocerse en lo cantado por alguno de tantos poetas. Si es que, como digo, todo es poesía. O eso me parece a mí ahora, rodeado de tanta belleza. A mi lado, un padre no deja de llamar a su hijo, que corretea por el lugar. Se llama Jaime. Constantemente, con una cadencia de diez o doce veces por minuto, pronuncia su nombre. ¿Será una especie de homenaje, no escrito pero que flota en el ambiente, a la sensibilidad -contenida en el envoltorio de una historia personal distante de la pureza de la poesía- de Jaime Gil de Biedma? Así me lo tomaré?

jl_quintela_j@telefonica.net

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