Opinión
Camilo José Cela Conde
En tierra de moros
Melilla es un problema que cuesta trabajo, desde la distancia, entender. El sentido común dice que para ningún Estado le es fácil, en estos tiempos, contar con una ciudad situada en otro continente por más que hace un siglo todas las potencias europeas dispusieran de alguna. Es lo que tiene el declive de los imperios coloniales. Los defensores del españolismo de Ceuta y Melilla sostienen que por mucho que se excave, los restos arqueológicos de esas plazas africanas no proporcionan otra cosa que indicios de que sus primeros pobladores fueron españoles. Es probable que tenga razón pero a las razones de ese estilo se les oponen otras geográficas: Ceuta y Melilla no están en la península Ibérica ni en los archipiélagos de Balears y Canarias. Están en tierra de moros; en África.
Si todo dependiera de algo tan simple como optar por darle preferencia a la geografía o a la historia, el problema de Melilla no daría para muchas discusiones. Pero, ¡ay!, se mete por medio la política y ahí entramos en materia no ya de discusión sino de brega continua y liquidación absoluta de las razones. El viaje del señor Aznar a Melilla de hace unos días puede entenderse de esa manera, en clave política (con minúscula). Se trataba de dar leña al mono, es decir, de atosigar un poco más al gobierno del señor Rodríguez Zapatero. Pero la verdad es que eso ni siquiera hace falta, porque los ministros ya se atosigan lo bastante entre ellos y, en especial, son acosados desde la presidencia. Si nos referimos a la política con mayúsculas, a eso que suele denominarse razón de Estado, la excursión de Aznar por tierras africanas supone un disparate. Tanto el Partido Popular como el Socialista suelen llenarse la boca de protestas estatalistas reclamando el sentido de una España que está por encima de diferencias autonómicas, locales y no digamos ya personales. ¿Se imaginan lo que habría dicho Aznar, siendo presidente, si a Rodríguez Zapatero -y no digamos ya a Carod Rovira- se le hubiese ocurrido ir de azuce de pasiones nacionalistas a Melilla?
El problema de las relaciones que deben existir entre España y un Marruecos que, con todos sus defectos, es el tapón en el Magreb contra el fundamentalismo, supone sin la menor duda una cuestión de Estado. También es algo que es seguro que quitará el sueño a muchos de los residentes en Ceuta y Melilla, quienes tienen todo el derecho del mundo a que se les tenga en cuenta y se atienda en la mejor forma posible a sus intereses. Al igual que sucede siempre que las pretensiones locales tropiezan con las generales, ya sea con motivo de instalar un aeropuerto, una planta de procesamiento de residuos o un cementerio nuclear, el conflicto estalla. Pues bien, aprovechar esas tensiones como arma en favor de los intereses políticos propios es una forma bien miserable de entender la política. Al margen de que no quede del todo claro si Aznar pretendió meter el palo en las ruedas del carro renqueante de Rodríguez Zapatero o, cosa aún más maligna, en las de la caracol acorazado de Rajoy.
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