Opinión

Víctor Manteca Valdelande

Triacastela en el Camino

Quizá la más acertada de las teorías para explicar el origen del topónimo de Triacastela sea la que lo atribuye a tres castillos que antaño hubiera en lo alto de los montes Oribio, Caledirón y Meda, de los que solo queda su recuerdo y representación rodeada, en el escudo del concello, por ocho conchas de peregrino. Aunque hay constancia, en los tumbos y registros monacales, de la existencia muy antigua de poblamiento en esta zona, la fundación real de Triacastela, siguiendo una política de repoblación territorial, se produjo en el siglo XII, durante el reinado de Alfonso el Onceno de Castilla; además es un pueblo con gran tradición jacobea destacando el antiguo hospital de peregrinos, actualmente conocido como casa de Pedreira. Dicen que, durante el tiempo que duró la construcción de la catedral compostelana, los peregrinos recogían piedra caliza de las canteras locales que todavía se explotan y la llevaban hasta los hornos de Castañeda, en Arzúa, para obtener la cal necesaria para la edificación. En el pueblo también pueden verse el Mesón del Peregrino, que data del siglo XVI, y la antigua cárcel, situada en los bajos de la antigua casa del concello y en cuyas paredes pintaron un gallo como símbolo de libertad. La iglesia románica de Santiago, de origen medieval, conserva el ábside cubierto de doble tramo, uno recto y otro semicircular, y fue reconstruida en el siglo XVIII, añadiéndose la torre del campanario que actualmente ocupa su fachada, en cuya parte cimera se aprecia el relieve de los tres castillos que dan nombre al municipio, además, en su interior, hay dos bellos retablos con más de tres siglos de antigüedad. En Triacastela también se encuentra la Cova de Eirós, una gruta prehistórica, hace poco descubierta, que contiene un yacimiento arqueológico del Paleolítico Medio con más de treinta y cinco mil años de antigüedad. En su interior se encontraron restos de Homo Neanderthalensis y Homo Sapiens que constituyen la única secuencia entre ambos que se conoce en el noroeste de la península Ibérica, donde puede estudiarse la transición entre los últimos neandertales y los primeros seres humanos modernos. Es el primer yacimiento gallego de este tipo hallado en una cueva, lo cual garantiza una buena conservación; también es el primero de aquella época que aparece acompañado de vestigios animales, lo que abre posibilidades para averiguar la edad del propio yacimiento recurriendo al carbono catorce y a otras técnicas de datación. Los demás yacimientos de Galicia, de probable origen neandertal, se encuentran en zonas de suelo ácido y por ello no se han conservado restos orgánicos. En esos casos, la edad del yacimiento solo puede calcularse a través de estimaciones inexactas basadas en el aspecto de los restos encontrados. Además, la Cova de Eirós ha proporcionado numerosos materiales, de difícil datación, que parecen corresponder al Paleolítico Superior más reciente. En la actualidad hay en marcha un plan de investigación del Paleolítico, promovido por la Universidad de Santiago y el Proyecto Atapuerca, y se ha encontrado gran cantidad de instrumentos de piedra y hueso, de los que se espera extraer abundante información sobre la vida de aquellos neandertales de Galicia hoy tan desconocidos.

La salida de Triacastela presenta al peregrino dos alternativas para llegar a Sarria, una por San Xil y otra por Samos. Nosotros seguimos por ésta que se desvía hacia el sur por el entorno del río Sarria, ofreciendo bellos paisajes y numerosos ejemplares de la arquitectura rústica gallega, poniendo rumbo hacia la abadía de San Julián de Samos, uno de los conventos más antiguos y relevantes de la cristiandad occidental.

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