Opinión | pro domo nostra

Ramón Farré

Ellos, los Trías de Giralt

Se ha escrito mucho ya sobre el secuestro y la reciente liberación de Vilalta y Pascual, los cooperantes barceloneses apresados por la franquicia magrebí de Al Qaeda. Se ha dicho también lo suficiente sobre escabrosos detalles secundarios o ligeros.

Lo importante en esta hora es que están vivos y han vuelto a casa. Felicitarlos antes que nada, y felicitarnos, es lo que corresponde. Albricias, pues, y bienvenidos.

No obstante, cuando haya transcurrido un tiempo, en ocasión más adecuada, todos deberíamos reflexionar sobre este grave asunto, sobre las calamidades y sobresaltos del cautiverio que ellos vivieron lamentablemente en su carne, pero que a nadie habría de resultar ajeno.

Acció Solidària sería una ONG inspirada por el Partit dels socialistes de Catalunya -y muy próxima a él- que, con apoyo institucional de varia naturaleza, dispone anualmente caravanas de solidaridad con África. Mas convendría averiguar si despreciando peligros ciertos, por arriesgados itinerarios cargados de azarosas promesas, propusiera un turismo de aventura que explicara por sí sólo dos hechos sorprendentes.

En primer lugar, el de que en aquella de la que formaban parte los cooperantes secuestrados, se integrara también otra mucha gente que no participa siquiera en la distribución de alimentos, medicinas y bienes de equipo, excesiva gente e innecesaria, pero vinculada al ayuntamiento barcelonés y entre la cual, según fuentes de Ciutadans de Catalunya, se contaría la mismísima esposa del alcalde. En segundo lugar, que, por tal razón, la caravana llevaría consigo tantas provisiones para el consumo propio como ofrenda solidaria. Tal y como acontecería si, ennobleciéndolas con la apreciada vitola de la solidaridad, a la burguesía catalana se le ocurriera programar para sí vacaciones de riesgo que a todos nos comprometieran.

Si fuera de ese modo, y aunque alguien creyera ver en estos gestos alguna concomitancia con aquel socialismo fabiano que se alcanzaba por la vía del conocimiento para ejercer desde arriba, desde su función dirigente, la acción socialmente transformadora, más parece que sin el compromiso imprescindible de la instrucción, ellos, los Trías de Giralt, habituados a la felicidad, en su confort ajenos a la miseria próxima y cotidiana, socorrieran una vez al año la remota.

Algo así como si ellos, los Trías de Giralt, "crucificados entre el maravilloso devenir histórico y la abominable fábrica de papá", sufrieran el "síndrome del Coronel Tapioca", según ya se aseguró. Están ellos, los Trías de Giralt, en el tiempo de "soltar palomas en mitad de las plazas con estatua". Están ellos en su hora. "De un momento a otro, sonarán campanas" y han de uncir alguna épica que promueva admiración hacia los héroes, el deseo incontenible de emularlos, de reconocer en ellos a los caudillos soñados en los que siempre se concreta la peculiar naturaleza del hombre-dios? Nuevos textos sagrados celebrarán la hagiografía y, en la voz de apóstoles y misioneros, el evangelio nuevo irá excavando un cauce...

Sin embargo, harían bien los gobiernos que lo fueran todavía, en fiscalizar estas iniciativas. Los medios económicos y la carga, así como la cantidad y calidad de los declarados cooperantes. Y desde luego también en imponerles los itinerarios más seguros.

Lo demás no tiene ya remedio. Los progres catalanes, tan hueros como siempre pero más poderosos que nunca, cometen el error fatal que en 1966 Juan Marsé atribuía genialmente a Luis Trías de Giralt y a Teresa Serrat, la hija de Oriol Serrat. Todos se confunden. Confundían aquellos al xarnego Pijoaparte con un líder obrero y sus descendientes confunden hoy a los menesterosos con Pijoaparte, tal que si finalmente catalanizado hubiera devenido ya un acomodado dirigente sindical.

Por eso no los buscan donde prefieren desconocerlos, por eso no los buscan ahora en el Carmelo, en todos los Carmelos donde un sueño que haga más soportable la realidad aún es exigencia diaria. Por eso, más armados de cinismo y de culpa que de valor y de acero, les saldrían al encuentro por los expuestos caminos de Mauritania.

No en vano y justo en el momento en que su peripecia terminaba, Luis Trías de Giralt, patriarca de la saga, decía al primer Pijoaparte: "Conmigo no tienes por qué disimular. Sé que has estado en la cárcel? Alguien dijo que moralmente es lo mismo atracar un banco que fundarlo?"

Algo semejante a lo que, cincuenta años después, Pascual y Vilalta, entre risas, podrían haber dicho a su secuestrador cuando la peripecia suya, que fue también nuestra por un tiempo, terminaba felizmente.

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