Opinión | Al trasluz

Fernando González Macías

Si las rebajas funcionan es que la cosa va bien

Todavía es muy pronto para hacer un balance serio. Habrá que esperar unos días Sin embargo, los comerciantes gallegos ya reconocen abiertamente que las rebajas de verano han ido bien. No es para tirar cohetes, dicen, pero al parecer la cosa funcionó mucho mejor de lo que ellos mismos esperaban y desde luego no tan mal como vaticinaron algunos aprendices de brujos, que parecen ser los primeros interesados en propalar una sensación general de crisis que, aunque sea indirectamente, podría beneficiarles.

La gente de la calle también muestra su satisfacción, por la parte que le toca. Se encontró con unos precios que ya desde el principio resultaban muy atractivos y que fueron bajando hasta llegar, en ocasiones, a la pura ganga.

Y no sólo en textil o calzado, como es tradicional, sino también en productos de lo más diverso, que hasta ahora no entraban en este tipo de operaciones. Con ello se generalizó el que se podría denominar efecto rebaja, ayudando a crear un ambiente propicio, por sí mismo incentivador del consumo.

Por otra parte, funcionó la competencia a todos los niveles. Galicia disfruta de una estructura comercial madura, que la propia crisis está reajustando aceleradamente, a manera de una selección natural. Sobreviven los más fuertes, los que, incluso siendo pequeños, son capaces de competir con la gran y mediana distribución en calidad y servicio, aquéllos que aprovechan las ventajas de emplazamiento o innovan en la atención a un público cada vez más exigente, que va tomando conciencia del enorme poder que encierra una simple decisión de compra.

Por lo demás, queda acreditado que el Gobierno acertó al hacer coincidir la subida del IVA con el periodo veraniego de rebajas, porque la propia reducción de los precios de venta al público compensó holgadamente el incremento impositivo, de suerte que el consumidor ni se enteró. Por otra parte, al menos en teoría, la mercancía que se vendía rebajada en la temporada veraniega había sido adquirida a proveedores con IVA anterior. Ya vendrá la campaña otoño-invierno. Ahí sí que se notará de lleno el alza del impuesto que, como siempre, tendrá que pagar el sufrido ciudadano comprador.

Hasta el buen tiempo que disfrutamos desde mediados de julio tuvo su influencia a la hora de animar el cotarro, quizá más que el mismísimo Xacobeo 2010, que trajo a Galicia en estos meses a muchos miles de visitantes que, además de ganar el jubileo, tuvieron ocasión de hacer sus compras en establecimientos comerciales de Compostela y del resto de las ciudades gallegas, descubriendo en sus competitivos precios un atractivo más de una tierra aún no bien conocida, y de los que no figuran en los folletos publicitarios ni en las guías de viaje.

Sin embargo, para muchos el secreto del éxito de las rebajas, como de los signos de recuperación que muestra la economía gallega en general, habría que buscarlo en un estado de ánimo individual y colectivo, una actitud positiva que se construye fundamentalmente con mensajes de confianza en el propio país lanzados desde las instituciones y desde los ámbitos más influyentes de la llamada sociedad civil. Gobierno y oposición hacen aquí su papel, el que le toca a cada cual, con un constructivo sentido de la responsabilidad que no se aprecia en la política nacional. También habrán tenido efectos balsámicos el pacto social para crear empleo, el protocolo de fusión de las cajas de ahorro y algunos otros acuerdos básicos o de principios en materia de suelo.

Todo ello transmite una sensación de estabilidad que mucho agradece la ciudadanía.

En última instancia es ella la que tiene en sus manos los resortes de la economía. Y está más que visto que sólo los mueve si se fía tanto de lo que hay como de lo que pueda venir. Es la confianza, más que la fe, la que mueve montañas y remonta las crisis.

fernandomacias@terra.es

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