Conocí a Berlanga sentado en una silla frente a una mesa que él presidía con un estirado Carlos Saura a su derecha y un funcionario, Florentino Soria, a su izquierda. La escena podría parecerse muy remotamente a aquella del examen de ingreso del príncipe en el Instituto, pero ni el que subscribe tiene vínculo alguno con la casa real ni los profesores al solemne tribunal académico encaramado a una tarima. Era un simple despacho de la Escuela Oficial de Cinematografía en la calle Génova de Madrid. Un servidor, junto con otros trescientos y pico ilusos, la mayor parte "de provincias", aspirantes a directores, éramos sometidos a tres pruebas eliminatorias de acceso, una especie de oposiciones tan víctimas del numerus clausus como Judicaturas o Caminos, Canales y Puertos.

Recuerdo que Berlanga llevaba la voz cantante casi en exclusiva y charlaba con uno de todo menos de cine. Así, de literatura, de política -sólo internacional, por supuesto- algo de artes plásticas y otros temas tan variados como alguna tertulia de café, excepto del Imperio Austro+Húngaro.

Esto sucedía a comienzos de los 60, cuando, naturalmente, ya había visto Esa pareja feliz, Bienvenido, Mr. Marshall, Novio a la vista, Calabuch y Los jueves, milagro, por lo que admiraba, claro, a su autor, aunque en aquella época tratásemos como "progres" elogiar a Bardem. Precisamente entonces se hablaba de las tres B del cine español. Pues, bien , medio siglo después no queda en puridad sino una. Bardem, como fuimos descubriendo se redujo si no al realismo socialista, al artero plagio a la italiana. Buñuel, por el contrario, era un gran creador español que, en el exilio, hacía cine ecuménico. Ayer, como hoy, el cine español no existía.

Pero existía Luis G. Berlanga autor de un "mundo propio"; que solía decirse, de aparentes maneras costumbristas, lúcido, irónico, amargo, demoledor. Un valenciano "mal español" como dicen que Franco dijo refiriéndose al director de La vaquilla.

Bienvenido, Mr. Marshall, Los jueves, milagro, Plácido todavía valen como un profundo espejo de "este país".

Cine de tosca factura a ojos de quienes subrayan eso de la técnica, cine tan natural como sus gustos eróticos, que no de erotómano, el de Berlanga es el único que resiste cualquier comparación allende Pirineos, por mucho que el fetichismo mediático tienda alfombras rojas a la mercadotecnia de una Spain todavía no menos diferent que la de"Vivan los novios."