Les soy sincero cuando les digo que me pierdo un poco en los sucesivos pliegues con que el asunto del futuro de NovaCaixaGalicia nos ha ido obsequiando. He tratado de ir conociéndolo de mano de personas muy informadas, pero todo se ha ido complicando... Estuve hace nada en Vigo, y por allí son muchos los que continúan con la mosca detrás de la oreja, no sé si con o sin razón, preocupados por una posible mayor viabilidad de Caixanova en solitario que unida a su compañera del norte, Caixa Galicia. Por otra parte, estábamos los que entendíamos que Galicia sólo tendría una oportunidad de poder seguir con voz propia en el patio financiero a partir de una integración entre nuestras cajas. Otros hablaban de soluciones mucho más drásticas desde el principio. Con todo, el asunto de la reordenación bancaria tuvo mil y un episodios diferentes que, francamente, han terminado despistándonos. ¿Qué ha pasado, en realidad? ¿Qué ha ido pasando?

Las sucesivas vueltas de tuerca por parte del Ministerio de Economía para plantear cuál era el nivel de capitalización necesario de las nuevas cajas no sé si respondía a una estrategia concreta o a un recrudecimiento paulatino del problema de partida, pero sí que ha dado la imagen no sé si de una cierta improvisación o de un escenario final ya previamente dibujado, con unos requisitos variables que se iban ajustando en función de cómo se iba reaccionando a los mismos...

Con todo, parece que el resultado final es ciertamente preocupante. Los depósitos de miles de gallegos y gallegas no servirán ya, en buena parte, para construir una realidad social de la que se ha ido beneficiando toda nuestra sociedad. Es lógico que así fuese, ya que la Caja pertenecía a las y los gallegos, y su potente Obra Social ha redundado en mejoras sociales para Galicia durante muchos años... Algo que no ocurrirá con la nueva entidad del futuro, que no dejará de estar dedicada, en buena lógica, a conseguir lo mejor para su accionista. No es que NCG Banco sea, en sí, una mala solución. Simplemente, que parecía que se iban a conseguir otras mucho más ajustadas a un espíritu que, en principio, está más cerca de los ingredientes con los que se construirá este, y que dimanan de la lógica de las cajas. A ver qué pasa.

Lo que sí ya ha acontecido, y no deja de ser verdaderamente un asunto sensible, es la aplicación de indemnizaciones millonarias a directivos salientes de la frustrada solución inicial para NovaCaixaGalicia, a la que al final hay que inyectar un buen montón de millones de todas y todos para que sea viable. Pues en tal contexto, en el país donde, de forma absurda, se critican sueldos de setenta mil euros brutos al año para un alcalde o, incluso, un Presidente del Gobierno, ¿a nadie le chocan indemnizaciones -desde lo semipúblico- de cinco a diez millones de euros, adicionales a las cantidades percibidas hasta ahora, a personas que seguirán desarrollando sus carreras y, por tanto, generando ingresos? Y es que no podemos olvidar ese carácter colectivo de las cajas de ahorros. Uno puede tener una empresa y, según su criterio, decidir indemnizar a este o a aquel con todo el dinero que quiera. Pero, ¿tiene sentido esto en una Caja, y más en un proceso donde el erario público pone muchos fondos, a partir de una situación inicial en la que algunos de los que se van podrían incluso ser en parte responsables -y si no, pregúntesele al Banco de España- de la delicada situación actual de sus entidades?

Bueno, es que, a la vista de tal dispendio, se podría colegir algo así como que a pesar de las dificultades en las Cajas, estas no fuesen para tanto... dependiendo de para qué.