La crisis que agobia a España obliga a pensar en cambios profundos, tantos que deben llegar a la raíz de los procesos. Se requiere cirugía traumática, distanciada del discurso político, regularmente atiborrado de consignas, del que nada puede esperarse. Hacen falta honestidad, transparencia y responsabilidad para que sean eficaces las nuevas formas de solidaridad. En su meditación Pueblo Joven, Ortega y Gasset da fórmulas para la crisis hispanoamericana, sin menoscabar la óptica de los economistas, que son hoy aplicables a España. Viene a señalar que no es aconsejable el conformismo, porque una sociedad al borde la quiebra, como hoy la española, pasará a ser más racional y más ordenada una vez que conozca, por experiencia, sus límites y sus posibilidades de recuperación. Para su resurgimiento, hace falta contar con dirigentes nuevos, más creíbles y solventes. Hacia el pueblo joven se dirigen como lo hicieron sus antecesores los gobernantes de la Xunta. Después de las enchentas y romerías, deberán huir de los gallegos profesionales, bien conocidos, y dedicarse a verificar que el escrutinio goza de todas las garantías, y que la custodia de las urnas hasta la Junta Central Electoral se llevará a efecto con el aval de los servicios de seguridad. Recuérdese el retraso de las famosas sacas de Venezuela, y la picaresca de su demora, en pasados comicios. Es hora de superar la insensatez iniciada con papeles para todos, regulación masiva, devolución de emigrantes y, ahora, voto rogado, cuyo alcance es dudoso. Y es que para muchos políticos, lo grave es su torpeza en comprender la realidad, que es como los diccionarios llaman a la estupidez.

Cero patatero para el PP mundial de La Coruña por negarse a una Comisión de Investigación que aclare los gruesos atropellos urbanísticos conocidos, y exigir responsabilidades políticas a los responsables. Es la misma Comisión que el propio PP solicitó cuando estaba en la oposición y le fue vetada. Ahora no toca, como dice el alcalde, cuya partitura se inscribe en el bizcochismo. Los marrones heredados le serán endosados y será acusado por quienes fueron cómplices de los desaguisados. Lo de airear alfombras quedó en mover esterillas. Los microbios seguirán rodeando al pusilánime regidor. Él, a sus anchas, frivolizando con Paco Vázquez, fautor de tantas tropelías urbanísticas, hoy denunciadas. Un ejemplo disonante, pero ahora no toca, Sr. Negreira.