Vengo de un lugar donde las gentes poseían la mar y en sus aguas clarísimas, blancas como la sal, lavaban sus rostros de excluidos.

No obstante el inmenso patrimonio, era aquella una época escasa. Una época candorosa y escasa.

Una época de todo escasa, de escasos bienes y escasos retretes, en la que el cielo abierto y las constelaciones se compadecían de la doliente humanidad acuclillada.

Una época candorosa en la que los funcionarios, cuya dudosa fortuna era tan envidiada en las cabañas como menospreciada en los palacios, todavía percibían sus salarios a través de un habilitado.

Otro señor Pego -natural éste de El Barquero y administrativo del Instituto Masculino de Lugo- extendió a mi nombre un talón bancario por primera vez en una tarde-noche de Capricornio, allá por el año 1971.

Sabía ya que había ricos y pobres -la mar y el campo, señores de todos mis paisajes, me lo habían enseñado- y, con mi sueldo en la mano, supe además desde entonces que yo no sería nunca ni lo uno ni lo otro.

Ni duro ni blando, pertenezco, pues, a una compacta masa de españoles que, aun con excepcionales y azarosos episodios de cuando en cuando, no sufre en el obrar mayor desarreglo.

Y es que hoy como siempre, la andorga y su cadencia y su compás diferencia a ricos y pobres con más rigor que la caja caudal.

Allá van éstos por ahí descomedidos con su colicuación, sin descanso ni paz. Mientras aquellos duran y duran en cuerpo santo.

Siempre en paz, en permanente descanso, la gente principal no afloja la jareta salvo en alguna altísima ocasión que bien pudiera por eso considerarse histórica.

Con valor de epítome se cuenta desde hace años el caso de un diputado-alcalde que, si con lujo gallardo por su ciudad caminaba hacia la opulencia y hacia "el azul que pasaba resbalando por la rada, brillando", se fue sin desdoro por la pata aquel 23 de febrero en que un "guardia civil vestido de torero" asaltó el Congreso y las seis de la tarde fueron pisoteadas por los cascos y los tableteos de las fusiladas intimidatorias se sobrepusieron a las pedorretas.

No fue a más la bufonada, sin embargo, y la vida volvió pronto a la normalidad. Para nada, se ocuparon los partidos con baldío afán de la LOAPA... Repuesta de su último alumbramiento, pudo Bijou reincorporarse al trabajo... Francia y Portugal continuaron tan cerca de nosotros como antes lo estaban... Pepe Blanco aspiraba por entonces con encomiable dedicación exclusiva a ser el cuajado pardillo que ya es... Y aquel diputado, que entonces era ya bastante más rico que alcalde, no sólo recuperó la habitual tranquilidad de su yeyuno sino que alcanzó honores de embajador en el preciso momento en que "un periodismo de sangre" empezó a hurgar en aquel patrimonio suyo, acumulado "al filo de la legalidad"...

Vuelto ahora de aquella sinecura y a despecho de su estreñimiento, es seguro que muchos espásticos -"una lluvia susurrante de almas"- lo votarían para presidir un Gobierno de Concentración que pusiera orden y cabeza en el sindiós que nos legaron Zapalcaba y Rubalquero.

Así pues -y volviendo a pobres y ricos- no es verdad que unos se agachen y vuelvan a agacharse para recoger rosas de azafrán, como dice piadosamente la zarzuela con música y coro. Los pobres lo hacen porque se ciscan sin poder evitarlo. Se van ellos de vareta mientras un estreñimiento pertinaz aflige a los ricos, que no han de descuidar un aporte regular de fibra para aliviar el enojo de su malvivir.

Mas como dios escribiera derecho con renglones torcidos, héteme aquí que Mar Barcón, tal que si se hubiera purgado para librarse de rebelde obstrucción, bajó estos días desde el elevado Sinaí, donde ante Yaveh guardó silencio reverente, hasta la concurrida quebrada.

Como en el tránsito -bizarro Pentecostés- hubiera recuperado el habla, tomada de un flujo obrerista, entre nosotros se suelta aliviada. Por ella sabemos casi todo sobre las cantidades que Pego y otros pájaros del Polo Sur, para pasmo de pingüinos se embolsaron. Sin duda por acceder al preciado plantago ovata -plantago obama, fit Bijou, toujours charmante- y combatir así eficazmente su estreñimiento de ricos.

Para que no acaben malsabiéndolo por las insidias "sudistas", ella desvelará también a los disentéricos cómo por aquí, por el Polo Norte, un prodigioso Méndez sobre el Sinaí aquel edificó un Monte de Piedad infinita. Un monte de muchísima piedad, un monte de piedad inagotable para sí y sus vástagos. Una torre de marfil que arañara las estrellas y con morada anexa para Moreda.

...Nos han robado nuestro Códice Calixtino, "carta puebla" de Galicia, ADN de todos los gallegos... ¿Nos lo han robado desde dentro?... ¿Como las cajas?... ¿Desde dentro?... ¿Desde dentro y cantando?... ¿Cantando expolian la casa común, la casa nuestra?... ¿Cantando nos roban?... Cantando, siempre cantando... ¡¡¡FOGAR DE BREOGÁN... DEEE BREOGÁN!!!...

Vengo de un tiempo y un lugar donde he visto construir un barco como éste. Yacía como un gran laúd sin cuerdas en la quebrada de la pobreza: el pueblo donde uno lava y lava con rabia, paciencia y duelo el castigo de su propia mierda.

Todo para que al final los estreñidos, tan melindrosos, se la endilguen cantando. Cantando, siempre cantando.