Tranquiliza saber que en los planes de los responsables de lo que en su día será la Fundación Novacaixagalicia está mantener la inversión en acción social, dando absoluta prioridad a las iniciativas de apoyo a los sectores de población más directamente afectados por la crisis y a los colectivos desfavorecidos o en riesgo de exclusión.

Ahí es donde lo que quede de la Obra Social concentrará sus esfuerzos, en detrimento de la actividad cultural, que se llevaba una parte sustancial de unos presupuestos que este año, y los tres próximos ejercicios, no superarán los 25 millones de euros, frente a los 60 del año 2010.

Debemos irnos haciendo a la idea de que en adelante, si queremos ver los grandes montajes teatrales y espectáculos musicales de primera línea que hasta ahora se nos ofrecían a precio simbólico, tendremos que rascarnos el bolsillo. Habrá que pagar en taquilla lo que verdaderamente cuestan. Hasta ahora las cajas pagaban íntegros los cachés y cedían sus teatros o centros culturales. Sobre todo en pequeñas poblaciones, rara vez las funciones cubrían esos costes, con lo que tenían que hacerse cargo de las pérdidas, algunas muy abultadas.

Otro tanto sucedía con las exposiciones y la compra de obras de arte para las respectivas colecciones permanentes. Dicen los que saben de esto que, las más de las veces, no respondían a un planteamiento coherente. Se actuaba con una total discrecionalidad, casi de capricho y a golpe de favores personales o de intereses particulares de los directivos. Otro tanto sucedía con los ciclos de conferencias, sobre todo los protagonizados por periodistas o escritores.

Llegó a haber una competencia, un tanto pailana entre el Norte del Sur por ver quién picaba más alto o gastaba más en esos capítulos, que son los que impepinablemente en la nueva etapa se verán reducidos al mínimo, porque de donde no hay no se saca.

Todo eso es historia. Entramos en la fase en que se alquilarán las instalaciones a un coste razonable. Nada de ser promotores, ni programadores, ni productores, y de asumir déficits.

En esto, los grandes perjudicados serán los ayuntamientos de las grandes ciudades y de muchas villas y pueblos. Gracias a la generosidad de las cajas podían ofrecer a sus vecinos programaciones culturales de primer nivel, aunque no hubiera demanda que lo justificase. No tenían capacidad de elección, pero tampoco les suponía apenas coste, si disponían de un recinto adecuado, del que a su vez les habían dotado las entidades en épocas de vacas gordas, cuando se tiraba la casa por la ventana.

Ahora bien, mucho peor sería que la Obra Social cerrase los centros de la Tercera Edad, por ejemplo. O que dejase de ayudar al Tercer Sector, el que actualmente presta a través de entidades sin ánimo de lucro y del voluntariado valiosos servicios sociales, generando un nivel de bienestar que, aunque no hubiera crisis, ni las familias ni la administración podrían financiar con sus recursos. He ahí lo preocupante: si su participación en el capital de NCG Banco no le garantiza un mínimo de beneficios anuales, la acción social de Novacaixa irá a menos. En tan inquietante escenario, la única garantía, si acaso, es la profesionalidad y la entrega de la dirección y el personal que atiende esa área. Ellos sabrán cómo rentabilizar al máximo el dinero del que dispongan, aplicando criterios racionales y preservando el interés general, sin esperar reconocimientos ni medallas.

fernandomacias@terra.es