El país entero ha vibrado con el reciente comunicado de fin definitivo de la violencia por parte de ETA. Y conste que esto no significa, a partir de aquí, que todas las reacciones hayan ido en el mismo sentido, ni mucho menos. Pero a nadie o a pocos les ha provocado indiferencia, que ya es bastante, un anuncio que, por esperado, no ha resultado menos importante.

Ahora, después de las primeras horas de euforia y satisfacción, empieza a vislumbrarse con un poco más de nitidez el nuevo panorama que se abre en España y, en particular, en el País Vasco. Son muchos los aspectos de la convivencia, del orden público, de la política y de lo social que estaban anquilosados y fuertemente maniatados por una situación que duraba cincuenta años ya. Quizá a partir de este momento, poco a poco y sin prisas, sea el momento de que se pueda avanzar en ellos.

Hay quien ha pedido, sobre todo, que no se olvide. Cerrar un capítulo no significa no recordar a quien ha muerto en cada una de sus etapas. Muchas muertes inocentes, proyectos truncados y vidas segadas por ideas grandilocuentes de patria y supuestos valores que pierden todo su atractivo, desde mi punto de vista, cuando son impuestas desde la superioridad de quien mira a través de un rifle telescópico. O de quien utiliza amonal o titadine para argumentar lo que sea.

Hay quien ha pedido que se avance en lo político. Y yo aquí creo en la madurez de los procesos democráticos y en la capacidad de la sociedad para abordar lo que sea, dentro del consenso que se pueda generar al calor de las instituciones y dentro de un esquema de orden público que no debe ser conculcado.

Hay quien, también, nos habla de mirar al futuro. Y creo que esto será importante para edificar una sociedad nueva, en la que pueda haber diferentes sensibilidades y planteamientos colectivos, que han de coexistir en bares y plazas, en las tribunas de los periódicos, en los debates en el Parlamento y, también, en el seno de las familias y pandillas. Como tiene que ser.

Otra línea de pensamiento, que se lee hoy en la prensa y se escucha en las tertulias, va en clave de logro político. Y en este sentido es de justicia felicitarnos todos por el triunfo de la democracia, de la acción institucional y del Estado de Derecho. Felicitar a los diferentes responsables, empezando por el actual Gobierno, de lidiar en cada momento con cada una de las espinosas aristas de este problema de Estado. Han sido demasiados años difíciles y muchos malos tiempos como para no permitirnos, en este momento, un sentimiento en positivo que les alcance a todos.

Yo, en un día como hoy, me quedo con el mensaje de esperanza que supone alcanzar este hito. Un camino que ha tardado demasiado en ser recorrido, y cuyos serpenteos se ha llevado por delante las vidas y los ánimos de más de uno. Ahora sólo queda decir aquello de que "este puede ser el primer día del resto de una vida en paz en Euskadi y en España en general". De nuestra capacidad colectiva de entendimiento, de gestionar las diferencias y de respeto a las voluntades democráticas depende. Sean estas en cualquier sentido y nos lleven a futuros, estables y en paz, antes imaginados o no.