El anuncio del cese de la actividad criminal de ETA es una buena noticia, sin duda, máxime porque ha sido a cambio de nada. Me reafirmo en mi columna de julio sobre Bildu: el País Vasco no tiene hoy más que otras comunidades autónomas. Afirmo así que, en cuarenta años, la contribución de ETA a su gente ha sido el envilecimiento de parte de ella y la ruina vital de miles de jóvenes vascos fanatizados y sus familias. Y a toda España el inmenso dolor de sus víctimas y un montón de dificultades a la consolidación de la democracia y la libertad. Contribución de mierda.

El anuncio viene forzado por la eficacia policial y judicial, por la colaboración internacional, de Francia principalmente desde que este país dejó de considerarlos refugiados políticos y por la paciente resistencia de la sociedad española y sus instituciones. Llega tarde porque no hemos podido hacerlo mejor. Dejémoslo así y que los historiadores verifiquen con datos quienes, con su cobertura ideológica, política, económica y social, contribuyeron a que esta barbarie haya durado tanto.

Las víctimas han reaccionado con una decepción comprensible y el resto con satisfacción general de significado y alcance bien distintos. Satisfacción con reservas la de quienes más responsabilidades asumen, los presidentes actual y futuro, los jueces, la policía, la mayor parte de los dirigentes políticos y sociales y millones de ciudadanos sensatos, prudentes y escépticos a los que me sumo. Satisfacción menor y mucha indignación en quienes cazurramente y contra toda evidencia ven en el anuncio un paso más de un acuerdo Zapatero/ETA, que facilitaría a la banda un Estado vasco independiente y socialista y a Zapatero un tercer mandato. Para Rajoy desempolvan lo de maricomplejines por negar que haya habido concesiones. Satisfacción sin límites en el nacionalismo porque los chicos terminan con las trastadas, dicen los unos o, dicen los otros, porque ahora que los votos prometen las pistolas resultan inconvenientes.

El comunicado no da más garantía que la palabra de ETA y reafirma exigencias. La banda no es una panda de locos homicidas sino una organización que ha hecho del crimen un medio para sus objetivos políticos. Tiene memoria y proyecto global de futuro para su tribu nacionalista. Y tiene ideología porque sin ella sí sería sólo una panda de homicidas. Y ahí radica el motivo de las reservas. El nacionalismo entendido como cemento que une a la tribu, al pueblo o a la nación, es una ideología antigua y potente de raíces profundas. Como las religiones. De las tres del libro, el cristianismo dio sentido a la brutalidad hasta que su jerarquía y sus ideólogos descubrieron en el Vaticano II, hace nada, que la dignidad de las personas no consentía la imposición a palos del dogma y de la fé. Entonces dio paso a la tolerancia, a los hermanos separados, a la paz, a los derechos humanos, al reconocimiento de la mujer, a la democracia y a pedir perdón por sus excesos. Al judaísmo y al Islam, les queda mucho por recorrer, más a la segunda, por supuesto. También el marxismo tuvo su momento de reflexión, de revisión. El socialismo democrático y el eurocomunismo descubrieron que lo primero es la libertad y la democracia; y renegaron de los crímenes que tuvieron por hazañas justificadas por el bien del proletariado. El nacionalismo en su versión fanática ha practicado el crimen y lo ha apoyado con entusiasmo. Decenas de miles de fanáticos nacionalistas han aplaudido siempre los crímenes de ETA y a los criminales como héroes. En desfanatizar la ideología nacionalista tiene el PNV mucho que trabajar. Mientras eso no cambie por convicción y sólo lo haga por conveniencia como ahora, nadie puede asegurar que, ante la firmeza de un Estado de Derecho que no haga concesiones o ante algún error o exceso de sus fuerzas de seguridad, que puede haberlos, no retomarán el crimen. Por eso no podemos estar tranquilos con el comunicado y hay que seguir combatiéndoles hasta que la organización desaparezca. En esto la generosidad no pinta nada.