Uno de cada cuatro españoles ha viajado en alguna ocasión para ir de compras, según hemos podido leer esta semana. La encuesta la ha realizado TripAdvisor, la mayor agencia de viajes online del mundo, entre cinco mil de sus clientes, españoles y, en general, europeos. La ciudades elegidas para ir de compras serían, por este orden, Nueva York, Londres y Madrid, con París y Milán como los otros dos epicentros de la moda internacional. Al ritmo de la globalización también el gusto se universaliza, no necesariamente en detrimento de las tradiciones locales. Pensemos en el papel que juegan webs de alcance global como A Suitable Wardrobe o el fascinante blog The Sartorialist que hacen accesibles a gente de todo el mundo tiendas como Pedro Muñoz, en Madrid, o la Camisería Burgos, otra casa de referencia situada en España. Y quien habla de Madrid o de Barcelona habla del mundo. Pienso en Paul Stuart -New York City-, o en la parisina Old England Boutique y en Charvet, con parada en la Place Vendôme. Pienso en Londres y en sus camiserías -cualquiera de Jermyn Street-, en los sastres de Savile Row o en las colonias y productos para afeitado de Trumper, los preferidos de Evelyn Waugh, establecimiento aledaño, por cierto, a la librería Heywood Hill, que también frecuentaba el insigne escritor británico. Hablo de Waugh y cito la distinción inglesa, porque pienso en el sustrato cultural de la belleza. Por ello, el caso de The Sartorialist es especialmente interesante. El autor del blog es el fotógrafo Scott Schuman, quien desde 2005 recorre las principales ciudades del planeta con una cámara digital, fotografiando la elegancia anónima de la gente de la calle. "Los retratos de Scott testimonian el estilismo cotidiano de nuestra época -comenta la editora europea de Vogue, Hamish Bowles-. No son retratos manufacturados, modelos vestidos por una corte de estilistas y de fotógrafos, sino lo que realmente llevamos". Tres millones de visitas mensuales sustentan el blog, una enorme capacidad de crear tendencia y, en definitiva, de inspirar la creatividad de las clases medias y urbanas.

Un filósofo ruso de principios del siglo XX, Pavel Florensky, recomendó en una ocasión a su hija que acostumbrase sus nietos a la belleza. Florensky creía que, de este modo, se transmitía la virtud. Yo, desde luego, no me atrevería a afirmar que vivamos en una época definida por el buen gusto, pero sí estoy convencido de que la globalización de la cultura es positiva: no se pierde nada de lo local, sino que se gana lo universal. Siguiendo la geografía visual de blogs como el de Scott Schuman, el de Garance Doré, en París, o el finlandés Hel Looks, descubrimos diferentes rostros de la humanidad en los que podemos vernos reflejados. Luego, nos desplazamos a esos lugares impelidos por esa misma necesidad de identificación. Para unos puede ser la moda, para otros la gastronomía, la música, el cine, la historia o la literatura. Para muchos, quizás sea un mezcla de todo ello. En distintas texturas, con densidades diversas, el hombre requiere expresarse a través de la belleza. Quizás por eso mismo, el arte y el comercio han ido siempre de la mano. Y quizás también por la misma razón, la libertad y las oportunidades cruzan sus pasos en las ciudades de todo el mundo.