Las antiguas civilizaciones célticas ocuparon extensas regiones europeas, principalmente en la parte más occidental del continente: Galias, islas Británicas, península Ibérica y otros lugares de la Europa continental, durante algo más de un milenio; de lo cual nos han quedado muchas tradiciones locales, conservadas en el ámbito rural, que mantienen vivos los restos de aquellas viejas culturas. Una de las creencias tradicionales más extendidas por la Galicia rural y otras regiones limítrofes es la de la Santa Compaña o procesión de las ánimas que también existió en el folclore de otras regiones de cultura similar y que era concebida como un anuncio de muerte ante la casa donde iba a tener lugar alguna defunción; sin embargo, en otras ocasiones, el cortejo aparecía ante las gentes, cuando había anochecido, con figuras de tonos blanquecinos y brillo luminoso similar al de las velas encendidas; en Asturias la denominaban güestia: como una hueste de espectros que dio lugar a uno de los mitos locales más extendidos del noreste peninsular.

La Santa Compaña tiene su equivalente irlandés en el Fairy Host; en Escocia es el Sluag quien está presente en las noches de niebla espesa, tan comunes en las zonas de montaña, mientras que en el País de Gales es el Toili quien cumple iguales funciones. Todos estos grupos formados por espíritus errantes hacen periódicas visitas al mundo de los mortales en diversas épocas del año, en invierno y en verano, y sobre ellos hay diversas tradiciones orales, como la aventura de Nera, tradición irlandesa que relata que las almas que no fueron perdonadas ni condenadas vagan en la noche hasta alcanzar su sentencia. De hecho en el folclore rural de muchas regiones del Atlántico europeo persiste la idea de que los difuntos habitan a nuestro lado, presenciando las escenas de la vida cotidiana y, sólo en noches señaladas, se agrupan en procesiones.

En Galicia, se creía en la Estadeira, personaje solitario que andaba por los caminos y solía rondar las casas donde hubiera gente enferma o a punto de fallecer, dando aullidos lastimeros y gimiendo sin cesar, de lo que dio testimonio el propio Geoge Borrow en su viaje por Galicia y que tiene equivalente en la Banshee irlandesa. Otro mito gallego, de este tipo, era la Orcabella: arpía horrible con aspecto de bruja, similar a Cailleach Bhéire de Irlanda y que actuaba como un basilisco capaz de destruir a una persona solo con la mirada, mostrando, a pesar de su aparente ancianidad, un intenso e insaciable apetito sexual.

También en tierras gallegas, fue muy celebrada la presencia de las mouras, conocidas en Asturias con la denominación de xanas, personajes femeninos similares a las hadas y cuyas habitaciones se ubicaban en lugares subterráneos, lagunas o pozos fluviales donde mostraban su pérfida hermosura, al sufrido caminante o pescador, peinándose los cabellos o cantando extrañas baladas. Otra cosa similar son los xacios que vivían en oscuros recovecos de las aguas en los ríos caudalosos y lucían figura humana caminando por lugares aledaños a los castros, custodiando algún tesoro; todos estos personajes presentan gran semejanza con los seres femeninos de otros pueblos como la Fairy woman o las Korrigan que habitan en manantiales o cerca de antiguos dólmenes en la Bretaña francesa. Finalizar con un recuerdo a Cunqueiro y su cercano centenario, al escuchar todavía, de vez en vez, en el campo, alguno de estos relatos; no debemos olvidar que, aunque pasemos la crisis, en nuestra propia pobreza, todavía somos ricos.