El Gobierno socialista de Zapatero, sector Fomento principalmente, quiso dibujarnos nuestra historia ante la pasividad del Ayuntamiento coruñés del mismo signo, y ladinamente postergó obras de vital trascendencia para el desarrollo de la ciudad. Ahí nos quedan el ferrocarril al puerto exterior -obra retrasada a su llegada al poder-, la estación modal, los accesos a la ciudad, la ampliación de la avenida de Alfonso Molina, el último tramo de la tercera ronda, las obras de Alvedro, etc., entre las que se añade la puesta en marcha del Centro de Estudios Europeos. No son asuntos menores, que ahora se colgarán de la percha del nuevo Gobierno local y pondrán a prueba la capacidad del alcalde Negreira, y su vigor, para movilizar las instituciones amigas y a los ciudadanos. Hasta la fecha, el alcalde coruñés, con altibajos, ha salido de su cotolengo para ordenar la administración municipal y poner fin a treinta años de grueso utilitarismo, donde la carencia de ideas había dado paso a las cuentas corrientes. A partir de ahora, el Gobierno local habrá de enfrentarse a la resolución de los temas citados y a la insolencia de la oposición, que tras seis lustros en el poder y ser parte importante de la crisis, posee singular maestría para la trapisonda y la falacia. Todavía no se ha dado cuenta (la oposición) que el buril de la democracia no pasa por ella. La etapa que ahora le corresponde protagonizar le obliga a desprenderse de esa pedantería que le lleva a dar consejos de cómo deben administrar los caudales públicos sus sucesores. Se ve que en este capítulo no entienden de otra economía que no sea la suya. Gobernar es la fórmula, Sr. alcalde, y eso toca siempre. Será la vía más expedita para que de la política desaparezca la gallofa de taimados, léperos y maestros de la simulación, y el contumaz argumentario de restarle legitimidad a los demás para gobernar.

Las luces de Navidad ponen un guiño a la esperanza. No han evitado sin embargo que el frío de la calle haya cobrado varias víctimas en La Coruña. Caso insólito, que no debiera repetirse. Las bajas temperaturas no han de ser una excusa, aunque para beneficio ciudadano, obligue a los políticos a no sacar la mano de sus bolsillos.