En la Universidad acogemos cualquier opinión y aceptamos cualquier debate porque está en nuestro ser. Años atrás las universidades eran casi el único foro de debate libre, libérrimo, de cuantas propuestas saltaban al espacio público, hasta de las más absurdas. Ahora la sociedad es el gran foro para el libre intercambio de ideas y las universidades casi centran sus debates exclusivamente en sus cosas: las científicas y las otras. La UDC lleva tiempo metida en una de estas cosas, la elección de rector, que está provocando un debate importante interno con alguna que otra aportación de fuera, bienvenida siempre, máxime si trae denominación de origen prestigiada y entrañable. Por ajena nadie debería tachar de impertinente la más reciente, de ayer mismo, pero por su falta de neutralidad sí que tengo por no recomendable su conclusión.

La presentación de cinco candidatos en la primera vuelta nos pareció a los de la casa una buena expresión de vitalidad de la UDC e interpretarla en términos políticos es, al menos, aventurado. En mayo de 2010 siete candidatos optaron al rectorado de la USC y entre ellos el profesor Fernández Prieto que, en segunda vuelta, compitió con quien hoy es rector. Tanta pluralidad en ambas universidades se da también más allá de Galicia y es, en todas partes, expresión de salud intelectual, de proyectos distintos y sugestivos cada uno a su modo y de una independencia de criterio bien recomendable. Que se hayan fragmentado las dos grandes opciones de otras ocasiones tiene también una explicación racional, que en el caso de Nova Luce va más allá de la que, aspirar a la derrota total, el profesor Fernández Prieto parece atribuir a Agora. No se mueve Agora en esa dirección sino en la del cambio que, en nuestra opinión, Nova Luce dejó de impulsar hace tiempo. Todo se explicó en la campaña y los de la casa han tenido cumplida cuenta del asunto, por eso tenemos por buenos los resultados, por eso Agora se queda y por eso piensa que compartir el gobierno de la UDC en una medida razonable para incidir en la marcha de la universidad no es expresión de soberbia, sino la previsible consecuencia de unos resultados apretados y de la obligación que sentimos de contribuir a su mejora y a su estabilidad durante los próximos cuatro años.

A dos días de la jornada definitiva sabemos que el profesor Armesto aprecia la colaboración de Agora pero no está abierto a compartir gobierno. El profesor Castedo, cuando escribo estas líneas, no ha hecho público su equipo, algo que muchos electores van a considerar determinante de su voto, como es lógico. El viernes respondía que ser identificado como candidato apoyado por el Opus Dei y el PP carece de fundamento alguno. A mí, particularmente, me parece una buena noticia y, como es lógico, la afirmación del profesor goza de presunción de veracidad, una cualidad que podremos constatar tan pronto como dé a conocer su equipo. En Agora se dijo que nos importaba la capacidad y la independencia de criterio de los futuros gestores de la UDC, sin entrar en asuntos que sólo competen a cada quien. A mí personalmente me pasa lo mismo pero siendo ya mayor y con no mala memoria, sólo me atraen los remakes de calidad y los soporto en pequeñas dosis y bien compensados con suficientes elementos de apertura y pluralismo. Como en las cosas de Dios no sabe uno cómo acertar, me ciño a las de los hombres, sugiriendo a los dirigentes del PP que traten de mantener sus siglas a prudente distancia de la votación del martes y trece para evitar que acabe siendo, de verdad, un mal día.