Finalmente el caso del Poder Judicial contra Baltasar Garzón ha concluido en sentencias propias de un Estado Democrático de Derechas.

En efecto, el juez de fama internacional ha sido condenado por violar el derecho de defensa. Resulta de todo punto insostenible que quien persigue cualesquiera parodias de la Justicia en países dictatoriales acuda -como bien dice la sentencia- "a métodos propios de Estados totalitarios."

A esta razonada condena del juez que montó en prisión escuchas ilegales de los abogados -sin que las características de la trama Gürtel supongan una atenuante- siguió la no menos acertada del reconocimiento de los derechos opuestos a la larga represión franquista, pues los crímenes contra la humanidad no prescriben y, por otra parte, pretender que se beneficien de la ley de amnistía de la Transición no puede calificarse sino de trampa sarcástica, cuando 36 años después seguimos esperando una inequívoca condena institucional del régimen de Francisco Franco, que todavía unos cuantos, como los carcamales de la Academia de la Historia, despachan calificándolo de "autócrata".

Procédase ya, sin dilación, a legalizar las exhumaciones de quienes al cabo de tres cuartos de siglo yacen como despojos en nuestro mapa mudo de atajeas, o sus proximidades, de un Estado que forma parte de la Unión Europea.

Estas exhumaciones deben ser simultáneas a la de aquel Mausolo pequeño rey de su "monarquía sin rey", a los pies de altar católico, cuya cruz aún tenemos suspendida sobre nosotros desde Cuelgamuros.

A su pesar, el franquismo ha muerto.

Pero ¿seguirá siendo válido el mortal diagnóstico del Machado que, por cierto, reposa muy respetado en tierra francesa?:

"Españolito que vienes/al mundo, te guarde Dios./Una de las dos Españas/ha de helarte el corazón".