Valme, Dios, glorioso señor, e cúriam' d'este espada!, (Cantar de mio Cid) . n este pasaje parece que el imaginario infante de Carrión y uno de los burladores de las hijas del Cid, Diego González, está acorralado por el lugarteniente del Campeador, Martín Antolínez; el felón pide ayuda divina y parece que es derrotado en este lance frente a la famosa Colada, otra de las legendarias espadas de Rodrigo Díaz de Vivar.

Valme, señora. Cuentan las crónicas que imploraba Fernando III el Santo en la conquista de Sevilla, al parecer escaso de agua potable para sus tropas. En acción de gracias por recibir ayuda frente al infiel mandó construir la ermita del cortijo del Cuarto a donde se dirige todos los terceros domingos de octubre la romería desde Dos Hermanas a Bellavista en ambiente festivo, por no decir de francachela, demostrando el vecindario toda su capacidad de ser hospitalario, en el que bebidas y viandas se comparten como si el mundo se acabase esa tarde. Quede, pues, claro que las invocaciones primitivas a la protección se dirigían al más allá y que el tiempo las trajo al más acá.

Y en este más acá nos encontramos con el defensor del pueblo, el valedor, el sindic, el ombudsman... Cuando durante la transición se empezaron a implantar en España tuvieron, para muchos, cierto atractivo; pudiera ser por las figuras que la encarnaban, como Ruiz Jiménez o Gil-Robles a quienes las urnas seguramente habrían tratado injustamente y la sociedad les rehabilitaba o les correspondía por los servicios prestados para que llegase la democracia. La realidad fue tozuda y la figura fue perdiendo lustre, demostrando su inutilidad más allá del pataleo, puede recibir y trasladar la queja ciudadana y poco menos que decirle que los dioses sean compasivos, pero que no puede hacer nada más para aliviar sus desgracias.

Hubo algún personaje que se propuso representar el papelón de Cid Campeador y no pudiendo impartir justicia, impartió doctrina; alguno hay en la lista de espera para que se le nombre.

El actual Valedor gallego, Benigno López, se fue haciendo un huequecito en las rotativas con declaraciones que no dejaron nunca indiferentes a tirios ni a troyanos, normalmente rodeadas de bastante polémica, suele tener sus rifas sobre todo con los nacionalistas. La última tuvo que ver con las declaraciones a cuento de la ley de dependencia, sus retrasos y recortes. El bueno del valedor valora la cantidad y calidad de las reclamaciones y decide por su cuenta y riesgo que lo mejor que puede decir es que el asunto demasiado caro y, por lo tanto, esa ley hay que suspenderla y no aplicarla. Olvida el Valedor que la Constitución reconoce que los servicios sociales han de estar a los pies de los discapacitados y dependientes y que la ley que lo regula no solo es equilibrada y justa, sino que puede ser fuente de trabajo y crecimiento económico.

Ha perdido una oportunidad de estar callado, seguramente no se podrá en derecho, pero hubiese sido una buena oportunidad para hacer un lote con la institución que ocupa y otras en mente de todos y liquidarlas en un outlet.