Hasta ayer como quien dice, el sector naval era una de las grandes preocupaciones de Feijóo, si no la mayor. Don Alberto, que hasta que se mudó a Monte Pío vivía en Vigo, es consciente de que se juega su reelección en la provincia de Pontevedra y sobre todo en el área viguesa. Las encuestas de que dispone el Partido Popular le advertían que se estaba confirmando la tendencia a la baja apuntada con claridad en las dos citas electorales del año pasado, en las municipales de mayo y en las generales de noviembre. El viguismo victimista de Abel Caballero parece ofrecer buenos réditos a un PSOE que en la capital sureña podría recuperarse de la debacle ZP mucho antes que en el resto de Galicia. Y no tanto por sus aciertos como por los reiterados errores de los populares, que no dan allí ni con el liderazgo ni con el mensaje adecuado para atraer a su clientela potencial. En el momento oportuno, cuando está a punto de desvanecerse la quimera de Novagalicia Banco, que tanto escuece en Vigo, con lo de Pemex, el presidente de la Xunta se saca de la chistera justo el conejo que necesitaba. Los astilleros de la ría serán los encargados de construir siete remolcadores para la petrolera estatal mexicana y participarán en la fabricación de otros tantos en gradas aztecas. Total, unos doscientos cincuenta millones de euros de inversión y alrededor de dos mil quinientos empleos, entre directos e indirectos. La patronal del sector confía en que este pedido, en sí mismo modesto, tenga un efecto multiplicador. Se espera que signifique un cambio de tendencia, atrayendo nuevos contratos de más envergadura, si Bruselas no pone reparos a la propuesta de tax lease planteada por el Gobierno de Madrid a instancia de la administración gallega.

Lo de Pemex cogió a contrapié a la oposición gallega. No se esperaban algo así. El líder de los socialistas se enteró por las preguntas de la prensa cuando visitaba en la propia ciudad olívica la feria Navalia. Pachi Vázquez se disponía a lamentar lo mucho que se hizo esperar la solución de los incentivos fiscales para los astilleros y se quedó casi sin palabras, más allá de los tópicos, cuando supo de la operación México. Otro tanto le sucedió al Bloque y a sus portavoces, que no se lo esperaban, a pesar de los insistentes rumores que circulaban desde días atrás, a raíz de los encuentros de Feijóo con representantes de la empresa petrolífera mexicana. Ahora, sin embargo, PSdeG y nacionalistas reclaman conocer la letra pequeña del acuerdo y de paso advierten que el encargo puede sacar al naval vigués de la UCI, pero el enfermo sigue muy grave.

Aunque electoralmente no lo necesita tanto, el acuerdo con Pemex puede darle también un cierto rendimiento político en A Coruña, si al final punta Langosteira se confirma como base para las operaciones de la petrolera en Europa. Eso garantizaría la viabilidad del tantas veces discutido puerto exterior, un serio quebradero de cabeza para todas las administraciones, de la local a la estatal.

No digamos si, en una carambola casi imposible, mediante alguna fórmula imaginativa, una parte de ese encargo acaba construyéndose en Ferrolterra. Así las cosas, a Feijóo la jugada le sale redonda, porque además deja sin argumentos a quienes pusieron en duda la utilidad real de sus viajes a Ultramar, el último -y parece que el más efectivo- en compañía de Rajoy. Ahora sabemos que la negativa de don Alberto a explicar en detalle lo que hizo en su última visita a México no era opacidad, sino discreción. No podía vender la piel del oso antes de cazarlo. Además, corría el riesgo de ahuyentarlo o de poner sobre aviso a otros cazadores.