La política municipal coruñesa funciona como una orquesta habituada a su propia música y a la misma partitura; es un repertorio cansino para quien quiera escucharla. Si hace poco más de un año el Partido Popular censuraba el programa de fiestas confeccionado por el PSOE-BNG, ahora son estos en la oposición quienes critican el elaborado por los gobernantes, que viene a ser un calco del suyo, del bipartito. Falla el compás, el sentido común y el señorío, sobre todo el señorío. Algo parecido sucede con el parking del Parrote. Lo cierto es que no resolverá el tráfico por la Ciudad Vieja y las plazas de estacionamiento serán adjudicadas a los más opulentos, los que puedan adquirirlas. El nuevo ciclo municipal, observamos, depara pocas novedades porque el catecismo es igual, se repite con otros monaguillos. Seguimos con la torpeza dirigente y escuchamos los mismos neologismos inútiles en el esplendor de su vertiente oral. La palabra democracia vuela retóricamente, sin haber sido utilizada en la observación de la realidad. Asistimos al descrédito de las opciones mayoritarias, mientras las minorías se mueven gravemente en los extremos. Hace falta una fuerza política de interposición, novedosa, neutralizadora, una elite operante que sitúe en el escenario de decisión a personas capaces, ajenas a quienes por el mérito de la fidelidad a sus jerarcas sacrifican el rigor y el interés ciudadano. Por esto, se hace imprescindible actuar con cordura para evitar que el tiempo y la falta de confianza ciudadana exciten o desemboquen en una crisis institucional. Hay que poner coto a que las mayorías absolutas se conviertan en mayorías absolutorias.

Como es habitual en los festejos de La Coruña los antitaurinos vuelven a manifestarse. Se llevan un berrinche cada vez que ven una bandera nacional con el toro de Manolo Prieto, que era comunista. En Pontevedra, la fiesta española deja varios millones de euros al comercio local. En Badajoz, la corrida de José Tomás rindió siete millones a los comerciantes pacenses. Eso no empece que "nadie tenga derecho a ser cruel con los demás", como dijo Alaska, regla de tres que puede utilizarse, discrecionalmente, para pedirle que no vuelva a cantar.