La quiebra de muchas finanzas autonómicas, originada no sólo por el excesivo endeudamiento, sino sobre todo por el cierre de la financiación externa, hace aflorar con crudeza un problema de fondo: la pérdida de cohesión del Estado. Es el gran asunto que debería ser afrontado, convirtiendo el problema en una oportunidad para curar un mal estructural. Dos oportunismos deberían evitarse, para que no se malogre esa oportunidad: desde el centro, el de aprovechar la ocasión para descomponer el sistema autonómico; y desde la periferia, el de servirse de la crisis para cebar reivindicaciones y alentar desmembramientos. El sistema necesita un nuevo pacto, a partir de valores siempre predicados pero poco practicados: la cooperación, la lealtad institucional, el reparto justo de la crisis, la búsqueda de lo común en las parcelas de lo particular. Un momento para la política con mayúsculas.