El otro día falleció un vecino mío. Tenía 85 años y vivía solo, aunque toda la comunidad era su familia. Se había hecho querer hasta tal punto que lo habíamos adoptado. Uno se ocupaba de comprarle pan, otro de hacerle la comida, otro de ponerle la lavadora o asearle la casa, etc. Nos turnábamos para llevarlo al médico y el año pasado, cuando lo operaron del estómago, no pasó una sola noche sin compañía. Él respondía a esos cuidados con una conversación siempre exquisita y con pequeños detalles que compensaban de sobra nuestros desvelos. Sabía cuándo había que enviar flores y cuándo bombones y conocía a la perfección los gustos literarios de los vecinos aficionados a la lectura. Con frecuencia me preguntaba si no nos daba a todos y cada uno de nosotros más de lo que recibía, que desde luego era bastante.

Sabíamos poco de él, excepto que había estado casado y divorciado, que tenía un par de hijos mayores con los que no se hablaba. Intuíamos una historia sentimental muy triste, pero entre las virtudes del anciano estaba la de la discreción: jamás exponía sus sentimientos. Recuerdo haber pensado alguna vez que era demasiado dúctil para ser sincero, pues daba a cada vecino lo que esperaba de él. Y aunque inmediatamente reprimía estos pensamientos que me hacían sentir mezquino, cuando volvía a mi piso después de haber permanecido una o dos horas en el suyo, no podía evitar una sensación de estafa indefinible, como cuando entras en una casa o en una cabeza en la que todo está demasiado colocado para ser de verdad.

A su muerte, los vecinos nos ocupamos de las cuestiones prácticas relacionadas con su entierro. Los hijos llegaron tarde y solo se preocuparon de vaciar la casa. Yo intenté hablar con ellos de su padre. Por toda respuesta, uno me enseñó la primera página de una especie de diario que el viejo llevaba en secreto. Comenzaba así: "Odio con todas las fuerzas de mi corazón a todos estos vecinos que me cuidan".

Lo sabía, me dije yo, pero creo que admiré más al viejo después de conocer sus verdaderos sentimientos. No comenté nada al resto de la comunidad.