El marasmo de los aeropuertos gallegos se puede resolver de muy diversas maneras, y todas pueden ser entendibles y legítimas, se compartan o no, que eso es otra historia. Pero lo que resulta inadmisible es pretender solucionar el embrollo con arbitrariedades administrativas que beneficien a unos en detrimento de otros. Si se trata de competir, que compitan en igualdad de condiciones, por ejemplo. Si el camino que se busca es de subvencionar líneas, hágase con equidad y cordura.

Viene todo esto a cuento por el acierto del Ayuntamiento en destinar una cuantiosa cantidad de dinero a subvencionar vuelos en Alvedro. Con la que está cayendo, y las enormes necesidades que hay de todo tipo, dedicar cuatro millones de euros a esta cuestión no es ninguna broma. Especialmente porque los pagamos todos, tanto los que vuelen como los que jamás utilicen un avión. Pero las subvenciones de la Xunta a Lavacolla no dejaban otra opción a Carlos Negreira, por más que sus correligionarios vigueses bramen en arameo, que diría un castizo.

Los 818.000 euros que la Xunta gastó en el ejercicio de junio de 2012 a mayo de 2013 en la promoción turística de cuatro rutas de Alvedro han obtenido un pobre resultado. Los destinos publicitados han perdido en conjunto 81.378 pasajeros, un 9,5% menos, al bajar el cómputo global de las cuatro rutas en ese período de 853.551 a 772.173 usuarios.

Los vuelos del aeropuerto coruñés que acumulan más pérdida son Madrid y Barcelona, con 65.941 y 28.030 pasajeros menos respectivamente. Londres pierde 6.450. La única ruta promocionada de Alvedro que se salva del descenso es la conexión con Sevilla, que gana 19.043 pasajeros. Este aumento se debe en buena medida a que dejó de ser un vuelo estacional para convertirse en un destino fijo por decisión de la propia aerolínea, adoptada previamente al inicio del plan de promoción de la Xunta.

La campaña propagandística autonómica, pensada como compensación a las ayudas directas de un millón de euros a los vuelos de Ryanair desde Lavacolla, no funcionó tampoco para el aeropuerto vigués. Este negativo contraste de resultados con el aeródromo compostelano obliga a repensar el sistema de ayudas a los aeropuertos gallegos.

En 2011, un informe interno de Turgalicia desaconsejaba patrocinios a compañías de bajo coste por no ser rentables turísticamente. Pero las ayudas directas de la Xunta solo se retiraron en Alvedro y Peinador. El Ejecutivo gallego se amparaba en el convenio vigente con Ryanair hasta diciembre de 2013 para mantener la subvención directa a Lavacolla. Las críticas a esta discriminación en la política aeroportuaria gallega llevaron a Feijóo a anunciar hace dos años que el convenio con la compañía de bajo coste irlandesa no se prorrogaría. Esta iniciativa, que dejaría por fin a los tres aeropuertos gallegos en igualdad de condiciones, parece ahora menos clara a tenor de unas declaraciones del presidente de la Xunta en las que dejaba abierta la posibilidad de ampliar las ayudas a Ryanair cuando expire el convenio a finales de este año.

Ante el alarmante desplome de las cifras de Alvedro, el Gobierno local de A Coruña tomó hace dos meses la decisión de destinar cuatro millones de euros a acuerdos con compañías aéreas como Air Europa y Vueling mediante un modificativo de crédito del presupuesto municipal. A Coruña se convertía así en el único ayuntamiento gallego que subvenciona vuelos. La iniciativa de Negreira fue adoptada apenas días después de que el presidente del comité de empresa de AENA en el aeropuerto coruñés, Julio Pérez, advirtiese de que si no se tomaban medidas, Alvedro corría el riesgo de cerrar este año con una cifra de tráfico cercana a los 600.000 pasajeros. Esta caída anunciada pondría en peligro la categoría del aeropuerto coruñés, ya que se acercaría más a la de los aeródromos que rondan el medio millón de viajeros, muy castigada por los recortes, que a la que ahora ocupa, más cercana al millón de pasajeros.

La decisión del alcalde coruñés, pese a su coste para el erario público, persigue evitar el dumping que amenaza con expulsar a Alvedro del mercado aéreo nacional en beneficio de un aeropuerto compostelano privilegiado por las ayudas públicas directas. El trato de favor que la Xunta, tanto la del bipartito como la del PP, ha deparado durante casi una década a Lavacolla para que Ryanair consolidase en Santiago su base gallega de vuelos de bajo coste, que acapara el tráfico aéreo en la comunidad, ha supuesto en un movimiento de dominó el declive de Alvedro.

El Gobierno gallego intentó hace un año paliar las críticas a esta discriminación en las ayudas directas a los aeropuertos con un sucedáneo de subvención en forma de promoción turística para Alvedro. Los datos de ese experimento que se acaban de hacer públicos demuestran que no ha funcionado. Al Ayuntamiento no le ha quedado más remedio para evitar el hundimiento del aeropuerto coruñés que asumir esas ayudas directas de su bolsillo ante la competencia desleal de Santiago. El agravio comparativo para Alvedro es que el aeropuerto compostelano despega sin embargo con cargo a los impuestos de los demás gallegos, entre ellos los coruñeses. La única solución racional a este sinsentido es que la Xunta mantenga el sensato compromiso de acabar con las subvenciones directas a compañías como Ryanair y diseñe unas reglas del juego igualitarias para la competencia entre los aeropuertos de la comunidad.