Opinión
celso ferreiro
Delicias pascuales y tartas gallegas
Las pastelerías suelen engalanarse con sus mejores especialidades durante la Pascua de Resurrección. Galicia, educada en una notable tradición golosa, ofrece un llamativo abanico de exquisiteces que hacen honor a la festividad religiosa. Así tenemos, con el marchamo pascual, "monas", "cocas", "roscas", "roscones" y delicias conventuales como "bocaditos de cielo", "cabello de ángel", "pan de los apóstoles" y las infaltables torrijas. Cuentan que Federico García Lorca, en su adolescencia poética, acudía por estas fiestas a un convento granadino, dónde, a través del torno, se proveía de "pan del cielo", yemas, alfajores y polvorones. El alfajor viene a ser el fondo árabe que nos adorna y el perfume de los vocablos orientales que refuerzan la lengua española. El polvorón asoma la sombra de la avellana y requiere maestría para absorberlo sin dejar residuo, a fin de evitar que en nuestra indumentaria queden restos de una albañilería que se desmorona. La Coruña dispone de excelentes pastelerías; las de mayor nombradía, posiblemente, están en las cercanías de la plaza de Vigo. Hasta allí han llegado las famosas tartas de Vivero, del maestro Vale. Las tortas gallegas, incluidas las de Mondoñedo y Santiago, son alimento y postre, fondo complementario de la raza. Su bien distribuido pastel, combinado perfectamente con la miel, evoca una nostalgia atávica y la gracia de un día de feria en muchos lugares de Galicia. No podemos olvidar, en estos días, las confituras de chocolate y, en especial, los bombones; son la más dulce bienvenida. En la vida conviene, de cuando en cuando, ir al encuentro de los bombones, también los de licor, sin abusar. Pueden hacernos la pascua.
La RAG se resiste a aceptar la palabra "pulpo" en el diccionario vernáculo. No es rentable ir contra corriente y enfrentarse a la promoción de uno de los platos más universales de nuestra cocina. Es una afrenta al uso popular que se inscribe en la destrucción del idioma de todos. Hay que rendir culto a la palabra como medio de expresión privilegiada y terminar con la "normalización" con calzador, que no se digiere en el pegujal galaico. Nadie se imagina a la "pulpeira de Melide" con el nombre de "polbeira", ni nadie aceptará tal palabro en las rutas gastronómicas ciudadanas. Terminemos con tanto idiotismo.
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