1monarquía, "5 repúblicas", 48 millones de Españas. Desde la tribuna de las Cortes salen más repúblicas que ideas. Pese al dolor del noventayocho, la experiencia de la guerra vivida y el desembarco de Normandía que nos pilló un poco lejos, el siglo XX no parece haber servido a los españoles de mucho. Al menos a la vista de cómo subieron algunos a la tribuna de oradores del Congreso aprovechando la abdicación para montar un numerito clientelar y seguir viviendo de lo que juegan a denostar, negando la soberanía popular y todas las instituciones menos las subvenciones. Ni la gente que justifica los asesinatos, ni los nacionalistas que piden la independencia, ni los que por toda propuesta exhiben una escarapela o proponen añadir un color a la bandera, ninguno renuncia a la subvención. Cierto que en gran medida son los grandes partidos los responsables de que se suba a la tribuna de las Cortes gente que si la dejaran las quemaría, como el Reichstaat, pero aunque España sea siempre el tema fundamental la cuestión que traigo hoy aquí no solo es la esencia de España condensada por Cervantes y Umbral, la del hidalgo y el fantoche llenos de sol y de viento. Junto a esa esencia, España es un concepto básico que la idiosincrasia o la mentecatez no nos acaba de dejar asimilar: Que la opinión es libre, que todo el mundo tiene el derecho y el deber de formarse una y el derecho a expresarla, pero que cuando se trata de una comunidad política, la que sea, no puede haber 47 millones de maneras de hacer y administrar, sin riesgo de deshacerla. Resulta evidente que los partidos que aprovechan la sucesión para pedir la república independiente de su casa no lo hacen porque crean que ese es el interés general sino para aprovechar el engañoso resultado de unas elecciones muy particulares para ganar penitentes que sigan pagando su status en Madrid, capital de la que también reniegan. De ahí que en los asuntos públicos debemos primero formar nuestra opinión pero luego trabajar desde la legitimidad y representatividad, sin duda mejorable, que dan las urnas, con el fin de pactar, llegar a acuerdos, hacer un mínimo de comunidad. Lo contrario es la selva, la República Centroafricana o Siria. Aprovechando las europeas y la abdicación, desde la tribuna de las Cortes adonde van a insultar al Estado los que tratan de vivir de él, salen más repúblicas que ideas. Incluso más que Ikeas.