La querella de la Fiscalía contra Mas y otros era inevitable como lo es su admisión a trámite por el TSJ de Cataluña. Luego ya se verá pero ante un archivo de la causa o una sentencia absolutoria de los cuatro delitos probables el recurso de la Fiscalía ante el Tribunal Supremo y en su caso el TC entra dentro, asimismo, de lo más probable, porque el Estado ha jugado fuerte. El asunto, pues, va para unos cuantos meses durante los que Mas habrá de centrarse en su defensa. Previsiblemente habrá reacciones verbales y manifestaciones de apoyo a los querellados pero pasadas unas semanas el procedimiento seguirá su curso. Si hay condena y, en consecuencia, inhabilitación la carrera política de los querellados habrá terminado, al menos, por un tiempo prolongado. Pero, incluso antes de la sentencia definitiva, las aguas dentro de CiU empezarán a moverse porque mantener en la presidencia a quien habrá de visitar el TSJ con frecuencia puede tener un coste insoportable para el partido y la sociedad catalana. Como lo tiene para el Estado que su representante ordinario se encuentre en esa situación.

Un partido poderoso como CiU se mantiene fuerte y con posibilidades si sabe sortear situaciones tan difíciles como esta en las que sustituir al líder se convierte en el único modo de garantizar su supervivencia como organización política. CiU tiene efectivos humanos e inteligencia para hacerlo y, por supuesto, recibirá presiones importantes para hacerlo. La querella marca un antes y un después en el proceso secesionista iniciado por Mas hace un par de años cuando apostó contra el Estado por el derecho a decidir. Hasta ahora Mas marchaba en cabeza con Junqueras al lado, apoyado sin fisuras por el independentismo y acompañado por la izquierda; a partir de ahora irá quedándose cada vez más solo porque siempre habrá quien, dentro y fuera de CiU, saque ventajas de su delicada situación. Es la política.

Por lo que toca a Rajoy y su gobierno no creo que la sola interposición de la querella altere sus posiciones conocidas sobre las pretensiones imposibles de Mas. La oferta de diálogo sigue abierta aunque sea incierto su futuro. Más seguro y conveniente es el propósito del gobierno de hacerse más visible en Cataluña y, con palabras del propio Rajoy, de comunicarse mejor con las gentes de allá. Es no solo deseable que acierte sino imprescindible porque no parece que vaya a tener muchos apoyos en la conllevancia del más importante conflicto territorial que tiene el Estado constitucional encima de la mesa. Incluso en el PP abundan los enredos de los partidarios del cuanto peor mejor capitaneados por Aznar, Aguirre y FAES. Los palos de ciego de Sánchez y el PSC son desconcertantes y poco rentables para los socialistas. Que el expresidente catalán Montilla ofrezca a Mas todo su apoyo si es procesado pone de relieve la gravedad del asunto, pero que Sánchez no le haya respondido evidencia hasta qué punto en el PSOE andan confundidos. Que Sánchez no entienda el porqué de la querella revela que no es consciente de lo que es y cómo funcionan el Estado y sus órganos constitucionales. Quizás sucede que aún le falta un trecho para ser un hombre de Estado y, en tal caso, debe reflexionar y pedir consejo a los que hay en su partido.