Los veranos son propicios para el entretenimiento, abundante gracias a una información más mundial que nunca. A veces son entretenimientos macabros porque hay gente pa too, como los crímenes horrendos de los yihadistas, los asesinatos de las jóvenes de Cuenca o los fusilamientos de ministros que practica como el tiro al plato ese loco líder norcoreano; a veces son sorprendentes como el descubrimiento de la niña con el coeficiente intelectual más alto que el de Einstein o Stephen King y no faltan nunca los entretenimientos impertinentes y poco fotogénicos como ese baño presidencial en el Umia. Pero a nosotros nos va más el entretenimiento que da en escandalera menor, en chismes de vuelo gallináceo y los hay cada semana. Hemos tenido retirada de bustos y cuadros reales y de banderas nacionales, protestas antitaurinas y viajes en bicicleta o metro con el coche oficial esperando en el aparcamiento al uso o en la boca de salida siguiente a la de entrada y hemos tenido cambio de nombre en las calles de Cunqueiro y Muñoz Seca. ¿Intentarán prohibir la lectura de las Crónicas del sochantre y la puesta en escena de la Venganza de Don Mendo, no vaya a ser que el fascismo inocule a nuestros jóvenes como ya lo hicieron con nosotros? Entretenimientos para este último verano de la legislatura. El más reciente le ha tocado al ministro del Interior por reunirse con Rato en el ministerio a hablar de sus cosas. ¿Mejor en una gasolinera? La oposición entera cree que un ministro no puede reunirse con Rato en sitio alguno porque a saber la que pueden montar estos dos. Y el PSOE ha encabezado recortes de prensa en mano, la protesta con acusaciones de Código Penal denunciando al ministro "por si" hubiera cometido prevaricación, omisión del deber de perseguir delitos y revelación de secretos, ¡casi nada! El entretenimiento durará unos días, algunos menos que el muy recurrente de la reforma constitucional. Si no ha habido acuerdo ni de lejos en la aplicación de la Lomce, ley orgánica de mejora de la calidad educativa de 2013, ¿quién va a creer en un acuerdo sobre la reforma constitucional?

Lo que debería de entretener menos y dar más que pensar es lo de Grecia. Sobre todo a tanto diletante, persona que cultiva una disciplina como aficionado no como profesional por no tener capacidad para ello, de la política y la economía como pulula por tertulias y columnas. El silencio de esos diletantes ante el acuerdo de los 86.000 millones de euros que va a recibir Grecia con Tsipras en el gobierno es clamoroso. Ni una rectificación entre copa y copa en la terraza de moda o en el chiringuito de la playa. Ni una crítica a la enloquecida deriva del radicalismo de Syriza que prometía poner a la UE patas arriba y a Rajoy contra la pared por ignorante y perverso. Absoluto silencio ante el fracaso estrepitoso de una política que desconoce la realidad y prefiere discursear en las nubes. Se acabó la especulación fantasiosa de una izquierda libresca y divina en Grecia. En España, tan imaginativa siempre, los diletantes siguen a lo suyo. Fragmentando la participación política hasta el extremo en que la política sea impracticable, apostando por el derecho a decidir, el soberanismo, el independentismo o el cantón de Cartagena y exigiendo un bienestar creciente y universal que alguien pague sin rechistar. Pasará el verano, se acabarán los entretenimientos y allá por diciembre los electores decidirán sobre los próximos cuatro años sopesando seriamente las opciones en oferta. Y parece que van a acertar en la elección.