Puede que algún día nuestro cine se ocupe de la vida de cine del coruñés de Corme, Almirante Francisco Mourelle de la Rúa (1750-1820). Durante años, cuando los niños todavía jugábamos en la calle al fútbol o a la mariola, veíamos su nombre en el letrero de la nuestra, una perpendicular a esa galerna llamada Ronda de Outeiro. Entonces seguíamos las andanzas de Superman, Mazinger Z o Vicky El Vikingo, e ignorábamos que el marino de la placa descubriese las islas de los Mares del Sur antes que James Cook o batiese fuerzas anglicanas de 500 cañones con solo diez o doce.

Durante años de escolar en la antigua EGB, el bachillerato e incluso en la Universidad, jamás vimos su nombre escrito en los manuales de geografía e historia. Fue por casualidad, una tarde de diciembre, cuando descubrimos su biografía a vista de catalejo, de la misma manera que aquel egregio navegante pudo descubrir los escarpados de la costa de Alaska o las Vavao en el archipiélago de Tonga.

A partir de entonces, nuestra humilde calle, situada en ese mar de aluvión que ocupa la ciudad herculina desde los años 60 y 70, se abre al mundo entre A Coruña y la península de Kenai o la bahía de Bucareli. Por supuesto, la preferimos a la calle División Azul, el cuerpo de voluntarios creado por Franco al servicio de la Alemania nazi y de un Holocausto que costó la vida a más de 11 millones de personas.

Este martes, la calle del General sublevado Emilio Mola pasará a homenajear al ilustrador Álvaro Cebreiro.

El cambio llega seis años después de que el Ayuntamiento coruñés decidiese rebautizar los nombres pintados en el callejero durante la dictadura franquista porque algunos de ellos no constituyen un patrimonio digno de honrar.

Recordar siempre, celebrar nunca.