La mayoría de ciudadanos de diversas condiciones sociales, trabajadores, profesionales de todo tipo, intelectuales y políticos, estamos inmersos en una espiral de la cual resulta muy difícil evadirse. Es el caso del bucle catalán, el turbante yihadista y la proximidad del 20-D, fecha en que seremos convocados a las urnas para elegir el nuevo gobierno del Estado español. Consecuentemente somos víctimas, diarias, de la ficción provocada por el enfermizo soberanismo de la Estelada, por el terrorismo, asesino y sangriento, de la Yihad islámica y las "promesas" de los distintos programas, de las formaciones políticas de siempre y las emergentes.

Ahora bien: no podemos olvidarnos de una de las mayores lacras de nuestra sociedad y, lamentablemente, miles de personas se olvidaron, no saben, no actuaron ni actúan, cuando día si y otro también hace su aparición la violencia machista cuya manifestación, más visible, es el asesinato y el maltrato de mujeres (en lo que va de año son más de 50 las víctimas) a manos de sus parejas o exparejas. Aquéllas que han podido salvarse sufren graves secuelas físicas, sicológicas y el miedo las atenaza. A todo ello, hay que añadir, los daños colaterales, con más de 40 niños huérfanos, víctimas inocentes de unos actos vandálicos cometidos por unos tarados asesinos, terroristas, cuyos métodos son comparables criminalmente, con los empleados por el fanatismo yihadista.

El 25-N se conmemoró El Día Internacional Contra la Violencia Machista, fecha que si no llega a ser por los colectivos de mujeres maltratadas, hubiera pasado desapercibida para muchos cientos de personas de ambos sexos. ¡Claro! Los victimarios, a los que nos referimos, no portan kalashnikov o cinturones con explosivos; agreden a sus víctimas acosándolas, maltratándolas y matándolas en sus domicilios, en sus lugares de trabajo o en plena calle utilizando, además de la fuerza bruta, todo aquello que pueda causar el mayor daño.

La siniestra sucesión de los crímenes machistas, se ha convertido en un drama que la "Ley integral contra la violencia de género" no ha sido todo lo efectiva que se pretendía y el número mujeres masacradas, a pesar de haberse creado Juzgados específicos, no ha mejorado sensiblemente. Llevamos una década desde la aprobación de la Ley antes citada y desde tal fecha, se han presentado más de un millón y medio de denuncias, habiéndose dictado sobre 250.000 órdenes de protección y 289.000 condenas. Tales cifras, resultan chocantes y de ello son responsables: por una parte, el actual Gobierno que, en los últimos cuatro años, ha reducido en una 20% la dotación presupuestaria (casi un 50% las CCAA) y ha dejado de priorizar la tragedia diaria a la que se enfrentan las mujeres y, en general, la civilizada ciudadanía. De otra parte, habrá que señalar los distintos criterios seguidos por Jueces y Magistrados a la hora de resolver las denuncias por maltrato, habida cuenta que cada día vemos que son más reacios a conceder las oportunas órdenes de protección y así nos luce el pelo y pasa lo que pasa. En definitiva, corren malos tiempos para las mujeres y de no poner y aplicar con diligencia, contundencia, prontitud y rigor las disposiciones legales, aquellos canallas homicidas seguirán matando sin piedad.