En vísperas electorales, se observa en Galicia un interés participativo jamás registrado. Se acabó el "votar, callar y pagar". No votar es aplazar el diagnóstico, y perder una ocasión propicia, para remitir a su oficio primigenio a políticos profesionales, que aman más la empanada que la verdad. Mientras el panorama no se aclare, La Coruña, seguirá absorbiendo los riesgos y torpezas de sus dirigentes. El gobierno podemita, que nos rige, sigue sujeto a los vaivenes de su líder nacional Pablo Iglesias, en cuya mochila aloja equipaje cultural deficitario, que no se corresponde con la extracción universitaria propia de un docente. Con el apoyo del socialismo, componen un elenco municipal de corte progresista, de marcha atrás y de inmensa impaciencia por hacernos creer lo que no es cierto. Ciudadanos, inédito en La Coruña, semeja a un grupo de neutrinos, oportunista, de masa ideológica advertible. Abusan de la figura y de la locuacidad del líder y esgrimen como panacea la "transparencia", velo que cubre un grado notorio de la insolencia política. En Marea y sus afines, asoma la gaita una saltimbanqui Yolanda Díaz, nacionalista, que acredita como identidad la apariencia y no transige con la diferencia. Este fenómeno lo explica el escritor catalán Porta Perales, al señalar que los nacionalistas "excluyen o marginan lo impropio -supuestamente lo español- a favor de lo supuestamente propio, lo vernáculo". Con el antecedente de lo que se vive en Cataluña no es difícil deducir que los líderes, circulantes, quedarán reducidos a personajes de cuaderno de bitácora. El PSdeG, pendiente del porvenir judicial de su líder regional; el nacional, Pedro Sánchez, ha cambiado el diapasón. Del tono medio ha pasado a la Jota del Trust de los Tenores. Rajoy incólume, ojo avizor en paciente espera, para poder formular su ecuación postelectoral. La Coruña, en tanto, confía en cambiar de meteorología. El resultado electoral tendrá especial incidencia en la vida local. Necesitamos que el alcalde pueda llegar a mantener un diálogo fluido y amigable, tanto con el Gobierno central como con la cupulocracia de la Xunta de Galicia.

Otrosidigo

Un taxista, pepero confeso, me señala la desazón del gremio de la actitud de Negreira al cambiar la festividad de la Patrona de La Coruña y su traslado a la noche de San Juan. Estos acontecimientos, me indica, por la organización de transporte municipal, tuvieron gran repercusión económica en la actividad de los taxis.