Agotar la legislatura. Descartado el adelanto, a no ser un mero ajuste de calendario, semana arriba, semana abajo. Es lo que ha decidido Feijóo nada más conocer los resultados de las elecciones generales en la parte que a él le atañe y a la vista del incierto panorama que se le abre a su partido en Madrid. Sigue sin despejar la incógnita de si se presentará a la reelección o dejará paso a otro cabeza de cartel. Puede que no sea tacticismo, que aún no lo tenga decidido, a pesar de que arrecian las peticiones de sus colaboradores, de otros notables del PP y de sectores afines para que opte a un tercer mandato, aunque no lo agote, llegado el caso. Don Alberto puede presumir de un buen olfato político. No se le oculta que, desde la reconquista de la Xunta en 2009, en Galicia los populares van perdiendo apoyos en cada nueva cita con las urnas, si bien no tanto como en otros comunidades que fueron antaño bastiones de la derecha. Sin embargo, la constante fragmentación de la izquierda y el nacionalismo les seguirá beneficiando hasta permitirles mantener la mayoría absoluta en O Hórreo descendiendo en porcentaje de votos. Lo dicen sus allegados: la irrupción de Ciudadanos (Cs) no le inquieta demasiado. Y hasta le puede venir bien, si sirve para evitar que una parte de su electorado natural, la descontenta, se vaya a la otra orilla.

Besteiro recibió los resultados del 20-D como un balón de oxígeno. No se consuela el que no quiere. El Pesedegá es tercera fuerza en porcentaje de votos, superada por En Marea, pero mantiene sus seis diputados. Por ese lado, puede respirar tranquilo. Este constituía uno de los objetivos que se marcó al principio del actual curso político para mantener en pie sus aspiraciones a seguir liderando el partido y ser el próximo candidato a la presidencia de la Xunta. El primer envite era recuperar la presidencia de la Diputación de Lugo. Ahora solo le queda zafarse del embrollo judicial en el que está metido. Tampoco le viene mal, indirectamente, el tremendo varapalo que sufre el caballerismo rampante en Vigo y su área metropolitana. Don Abel y otros caínes que juegan a debilitar su liderazgo salieron bastante trasquilados con los resultados de este domingo. Lo fuerte que se siente Besteiro se verá de inmediato, dicen, en la designación del senador autonómico socialista. La fortaleza le permite ser generoso.

A más de un avezado observador de la vida política gallega le llamó la atención el tono inusualmente moderado con el que Beiras valoró el gran éxito de En Marea. Alguien debió aconsejárselo. El viejo profesor garantizó que los mareantes gallegos tendrán grupo parlamentario propio (eso pretenden y creen que no se lo impedirán. De ese modo Galicia será sujeto político con capacidad de influir en el proceso de cambio de modelo que se abra en las Cortes Generales, a pesar de la desaparición del nacionalismo gallego como tal -léase Bloque- del Congreso de los Diputados. Según su líder carismático, la alianza de Anova con Podemos, Esquerda Unida y otras hierbas está en la vanguardia de la ruptura, avanzando en el experimento de AGE en 2012. Lo siguiente es asaltar la fortaleza popular de San Caetano y enseñorearse de Monte Pío. Beiras confía en que la fórmula no se malogre, sino que por el contrario se ensanche, porque solo de ese modo, con un frente aún más amplio, habrá una verdadera alternativa al PP de Feijóo desde lo que don Xosé Manuel denomina "la izquierda propiamente dicha".

Aunque sea tarde para lamentarlo, el Benegá asume como un grave error no haber concurrido con su propia marca, la de toda la vida, en lugar de NÓS-Candidatura Galega. Los frentistas reconocen que eso creó confusión en el sector de su clientela electoral menos politizado a la hora de localizar la correspondiente papeleta en el colegio electoral; de hecho les obligó a improvisar a última hora una minicampaña publicitaria de identificación de producto, que tal vez llegó demasiado tarde. Ahora sí, al Bloque no le queda otra que resetear el proyecto, algo a lo que ya no podrán oponerse ni los de siempre. Hay quien plantea una refundación en toda regla, si bien ni siquiera los más críticos con la estrategia numantina de la Upegá se atreverán a proponer una integración en la Marea con todas las consecuencias, renunciando por tanto a una presencia, aunque sea testimonial, en el Parlamento gallego que salga de las próximas elecciones autonómicas. Lo más probable es que lo que quiera que sea el nuevo Benegá concurra en solitario o en algo similar a la plataforma NÓS. Y desde ahí les toca reconstruir un espacio político imprescindible, creen ellos, en una "nacionalidad histórica".

A Ciudadanos le tocó la lotería de la representación parlamentaria por Galicia tres días antes del sorteo de Navidad. Intuyen que, con el viento a favor, habrían logrado más de un escaño de no ser por la escasa talla política, la ingenuidad y la bisoñez de sus inexpertos candidatos, por lo contraproducente que resultó el aterrizaje de la paracaidista Marta Rivera de la Cruz en una campaña para olvidar y porque, a fin de cuentas, el Pepedegá -a diferencia del PP nacional- aún es percibido por los sectores moderados de la ciudadanía gallega como heredero de la UCD y del centrismo de Adolfo Suárez, en su día ampliamente hegemónico en Galicia. Eso explica el fracaso estruendoso de otros experimentos similares a Cs. Que se lo pregunte a UpyD.