No se prodiga. Desde que decidió pasar a un segundo plano, en junio de 2012, se le ve poco o casi nada en actos públicos. Incluso en las campañas electorales, si participa, asume un papel más bien discreto. Francisco Rodríguez, ex diputado nacionalista en el Congreso y anterior secretario xeral de la Upegá, se limita a conceder muy contadas entrevistas y a publicar de cuando en cuando artículos en Terra e Tempo, el órgano oficioso de su partido en internet. Sus textos suelen ser análisis de situación del nacionalismo gallego o valoraciones de acontecimientos políticos relevantes como las elecciones del 20-D desde la óptica partidaria, pero además con una perspectiva muy particular que en ocasiones no comparten enteramente ni siquiera sus propios compañeros de militancia.

No tiene reparo alguno Paco Rodríguez en calificar de "demoledores" los resultados cosechados por NÓS-Candidatura Galega, la plataforma promovida por el Bloque y otros pequeños grupúsculos afines para la reciente convocatoria electoral. A su entender, las claves del desastre sin paliativos habría que buscarlas en la ruptura del nacionalismo organizado tras la traumática asamblea de Amio, en Compostela, así como en una coyuntura política muy desfavorable en el ámbito estatal. La fulgurante irrupción de Podemos provocó un retroceso significativo de todas las formaciones nacionalistas que concurrieron por separado. Unos aguantaron mejor que otros, dependiendo de que partieran de una posición más o menos fuerte (a los débiles, como el Benegá, simplemente los laminó).

No esboza autocrítica alguna, pero tampoco exige responsabilidades a los actuales dirigentes "frentistas". Rodríguez subraya la gravedad de la situación política en que queda Galicia tras la última cita con las urnas. Constata que no habrá un grupo parlamentario "nacionalista" gallego propiamente dicho en el nuevo Congreso, porque los diputados electos lo son de Podemos, Anova y Esquerda Unida, que para eso constituyeron una coalición, y da a entender que los parlamentarios de En Marea de entrada estarán sujetos a la estrategia del partido de Pablo Iglesias, al que tilda de poliédrico, televisivo y español.

Leyendo entre líneas, se puede adivinar que el viejo coronel upegallo no contempla una reinvención, o refundación, o reseteo, del Bloque, como la anunciada por el actual portavoz, Xavier Vence, para la próxima primavera, ni la renuncia a la vieja marca o un simple cambio de siglas. Más clara aún queda su postura favorable a seguir apostando por el proyecto político nacido en la asamblea fundacional de Riazor en 1982 y concurrir a las elecciones autonómicas del año que viene en solitario, como una "alternativa específica y diferenciada", con listas propias o en un formato similar al de NÓS. Nada de subirse a la ola de la Marea. Eso sería tanto como "favorecer la aplicación del diseño españolizador" promovido por quienes apadrinan la "nueva política" en la que los nacionalismos son abocados a un papel secundario.

Tampoco se podría esperar otra cosa de Francisco Rodríguez. Su coherencia, en ese sentido, es proverbial, casi tanto como la autoridad moral que conserva entre los suyos, los incondicionales y ortodoxos. No suele desviarse ni un ápice de los planteamientos ideológicos y estratégicos de la Upegá, que durante mucho tiempo él mismo inspiró. A nadie sorprende tampoco que aproveche cualquier ocasión propicia -y esta lo era- para atacar a Beiras, al que esta vez responsabiliza poco menos que de llamar a engaño a muchos miles de votantes nacionalistas que de buena fe que votaron a En Marea al considerar suficiente el tinte galleguista que Anova aportaba al frente rupturista abanderado por el partido morado. Como si la clientela tradicional del Bloque, hasta ahora gente con criterio político y con sentido de país, hubiera perdido repentinamente el oremus...