Sintiéndolo mucho, pienso que he llegado tarde -porque la edad no perdona- a la revolución automovilística que se anuncia. Mark Fields, actual presidente de la Ford Motor Company, afirmó hace tiempo:"queremos pasar de ser fabricantes de coches a convertirnos en proveedores de servicios de movilidad". Más recientemente la firma Audi se plantea "ser en el futuro proveedor de soluciones de movilidad". En otras palabras, anuncian un paso más en lo concerniente al desplazamiento de las personas y enseres. No basta con fabricar artefactos móviles, venderlos y hemos terminado, sino que hay que poner a disposición del cliente todo lo que el usuario necesite en sus desplazamientos. Por ejemplo, conexiones electrónicas para hablar por el móvil y que me planifiquen los traslados de la jornada según mi agenda; seguramente me indicará que deje el coche grande en tal punto, y que allí coja la bici o la moto para callejear mejor; pero como se pone a llover he de aparcar y sé que dispongo en ese mismo estacionamiento de un minicoche que voy a usar un par de horas, antes de subirme con otros colegas a la furgoneta salón que nos llevará de forma autónoma -ninguno de nosotros la conduce- a la reunión a la que estamos citados, etc. Y así todo lo que quieras o imagines. Eso es lo que entiendo, siguiendo el hilo de esta especie de filosofía del automóvil venidero, como servicios de movilidad. Y en ese panorama casi todos los avisadores hablan de vehículos en el futuro movidos por electricidad, sean con motores híbridos (combinando motor de explosión y motor eléctrico) o plenamente eléctrico, con baterías en las que se sigue investigando para conseguir mayor autonomía. Es ideal, ¿verdad? Pero ya dije que todo esto me llega tarde, que será para otros.