Falta un mes para completar un semestre perdido por la contumacia de Sánchez en conseguir con noventa escaños la presidencia a costa de la imposible por ilógica rendición de Podemos y asociados. El 13 de enero, constituidas las Cortes, comenzó la undécima legislatura que acabó el 3 de mayo sin otro provecho que pueriles exhibiciones de risas, saludos, niños, besos, peinados, indumentarias y composturas premeditadamente desaliñadas para epatar, discusiones sobre inviables composiciones de grupos parlamentarios, proposiciones de ley sin salida y gastos estériles. Un espectáculo bochornoso e inútil que prosiguió un mayo dedicado a parlotear sobre mínimas reducciones de costes de la campaña y sobre el número y modalidad de los debates con los que nos darán la tabarra hasta el 26-J. ¡Dos asuntos vitales para nuestro porvenir como país como todos sabemos! El primero nos lo pudieron ahorrar porque no hay manera de probar las rebajas si las hacen y si no, ya lo certificará el Tribunal de Cuentas, eso sí, dentro de un par de legislaturas. Y lo de los debates, siendo cantar de más enjundia quedó en nada al reiterarse tras un semestre vacío, con un gobierno en funciones y las Cortes en diversión continua. Ya sabemos que los debates son imprescindibles en democracia y más en campaña electoral pero, además de que nuestros candidatos suelen convertirlos en monólogos o intercambios sobreactuados de gritos y descalificaciones, sucede que ya se debatió todo antes del 20-D y repetirlo ahora sólo provoca hastío. Entonces los partidos elaboraron, presentaron y debatieron en foros sectoriales y generales sus programas y en lo importante no han cambiado porque en seis meses la realidad es la misma de entonces. La economía sigue lenta hacia mejor, la deriva independentista no cesa, los corruptos son atrapados y conducidos al banquillo y la vida sigue. Por eso, que los debates sean a dos, a cuatro o a veinte es una discusión que ya cansa porque hace seis meses ya conocimos las posiciones de los partidos de modo que, en verdad, la exigencia de reiterarlos no tiene justificación. Otra cosa es el espectáculo, cómo visten, hablan, o gesticulan, si insultan o se besan, si el moderador modera o no, quien gana por KO o a los puntos y todas esas servidumbres de la era mediática que nos toca pero que, a la postre, no decidirán los resultados al cabo de sólo un semestre como no lo decidirá el sátrapa venezolano, último invitado al remake electoral. Por eso comprendo que a Rajoy no le apasione volver a debatir para soportar descalificaciones rotundas y promesas irrealizables además de atribuirle el monopolio de la corrupción, aunque ese feo asunto no le vaya, seis meses después, a quitarle más votos de los que ya perdió el 20-D. A muchos nos pasa algo parecido. Sí que nos interesaría y mucho una respuesta a propósito de lo único nuevo acontecido en el semestre y sobre lo que antes del 20-D solo cabían conjeturas y después ha sorprendido a no pocos. ¿A quién apoyarán en la investidura? Es importante saberlo, determinante del voto para muchos y no requiere debate alguno, pero no nos lo van a decir. Sánchez asegura que habrá gobierno pero eso ya lo dijo en enero. En realidad sigue dando palos de ciego, lo cual, como poco, confunde. Tampoco Rivera aclara mucho, "si C´s es decisivo, habrá gobierno", ha dicho, lo mismo que en diciembre, nada. Iglesias y Rajoy son más claros y previsibles, es decir que mantendrán sus condiciones y planteamientos de hace seis meses. Como los partidos nos obsequiarán, sin disculparse por la pérdida de tiempo, con debates enlatados, como las series que la tele vuelve a emitir en verano, les sugiero a ustedes que no se desanimen porque la Eurocopa está al caer. Que se escuchen ellos que al fin y al cabo es lo que más les gusta.