Buenos días tengan ustedes, en la que es la primera de las jornadas del mes de junio. Esto, siguiendo el orden correlativo en el calendario, implica el mes sexto del año. Ya vamos por el seis, ya ven. La vida corre, vuela y parece que se nos escapa... Arrancábamos el año hace nada, y ya estamos prácticamente por la mitad. ¿Qué ocurre ahora, que todo parece que va mucho más deprisa?

Me han convocado estos días, y ya les iré contando, para celebrar los veinticinco años de la fundación de la Coordinadora Galega de OnGs de Desarrollo, en algunas de cuyas etapas he estado bastante implicado. También estamos en este mismo mes conmemorando, con un sencillo acto y una cena, los veinticinco años del fin de la promoción de la facultad... En uno y otro caso, veinticinco años ya. Parece que no es nada, pero esos nueve mil ciento y pico días han transcurrido, casi imperceptiblemente pero de forma continuada, día tras día. No ha llovido nada desde entonces, y no han ocurrido cosas... La suerte es que aquí estamos para contarlo, con la intención de seguir unas décadas más al pie del cañón, mientras las fuerzas aguanten y la ilusión se mantenga intacta...

La cuestión, de todos modos, no es tanto vivir en cantidad, como en calidad. Todos hemos dicho alguna vez que lo importante es llegar a mayores con un bagaje de salud que nos permita seguir disfrutando, con sus altibajos pero con un buen estado general, del hecho de estar vivos. Y es que hay situaciones verdaderamente complejas, a veces verdaderamente muy duras. No digo que vivir no sea siempre maravilloso, pero las circunstancias vitales de algunos de nuestros congéneres -hoy mismo- son tan difíciles, que uno se hace la pregunta de qué compensa y qué no. Supongo que hay que verse en cada situación para plantearse ese tipo de cosas.

El caso es que hay un agente que tiene mucho que ver con el deterioro de la calidad de vida de las personas, y con muchas de las enfermedades que más incapacitan y más lastiman a las personas. Y ese es, como no, el tabaco. Ayer mismo se celebraba el Día Mundial sin Tabaco, en su edición 2016. Un recordatorio necesario para explicar, para seguir explicando con mucha más contundencia que la tibieza hipócrita y casi meramente recaudatoria del Estado, todo lo que significa el tabaco. Mucho más que una planta que se fuma y que causa adicción por la presencia de nicotina. Estamos hablando de un buen número de sustancias altamente tóxicas en el cigarrillo para el organismo -unas 250- que, inhaladas voluntariamente, encuentran la mejor puerta posible para atacar al fumador. Bueno, a él y a todo su entorno. Y esto se lo dice un antiguo fumador pasivo que, al margen de no haber probado en su vida un solo cigarrillo, tuvo que soportar durante años frecuentes reuniones familiares con seis, siete, ocho, nueve o más grandes fumadores reunidos en una habitación y expulsando grandes cantidades de humo de tabaco. Eran otros tiempos... Ahora a esas mismas personas les parecería impensable.

Algunos fumadores a veces reaccionan violentamente cuando cuestionamos el tabaco. Afirman que tal elemento es parte de su libertad. Yo no estoy de acuerdo. ¿Por qué? Porque el beneficio del tabaco para el fumador adicto es únicamente el de proporcionar pequeños remansos de serenidad ante un estado general de ansiedad relacionada con el no consumo de tabaco. Pero el coste es muy grande. No solo el cáncer de pulmón, de vejiga, orofaríngeo, de laringe u otros, íntimamente relacionados hoy con el tabaquismo. Hablamos de calidad de vida, de enfermedad pulmonar obstructiva crónica en diferentes grados, de claudicación prematura y de un deterioro progresivo que tanto afecta a la piel como a las vías respiratorias, al estado de ánimo o a algo tan elemental como los sentidos del olfato y el gusto.

Otros fumadores, cuando hablamos, terminan mentándome como contraejemplo a un hombre conocido y referente en la política, Santiago Carrillo. Me dicen que vivió bien hasta muy mayor, y fumaba mucho. Ciertamente, la estadística es una ciencia que no se apoya en los eventos individuales. Y que alguien con fuerte tabaquismo dure noventa o cien años y haya presentado hasta su muerte un estado de salud muy bueno no contradice el hecho de que, en conjunto, el tabaco no ayuda y, que a todas luces y, típicamente, merma la calidad de vida e induce enfermedad.

Recuerdo que, una vez, explicando yo a alguien que no había fumado ni probado nunca el alcohol, me miró con expresión divertida y me dijo "¿Y entonces tú que estás, ofrecido?". Fue el desternille general. Ciertamente, siempre que hablo de tabaco me acuerdo de él y de sus cielos infinitos, reales o proyectados, que me ayudó a observar y a querer. Por desgracia, a ese hombre bueno también se lo llevó por delante su tabaquismo, mucho antes de lo que hubiera sido razonable y natural por aquello de que es ley de vida...

Nota final: Como sé que, cada vez que hablo del tabaco, hay quien saca el tema del Diesel u otros variopintos, de modo preventivo avisaré a navegantes: no hagamos batiburrillos, y en cada momento hablemos de lo que toca. Un tema es importante, y el otro también. Y cada uno tiene su espacio y su método, su importancia y su lógica... Hoy toca tabaco... Ya vendrán otras cuestiones, distintas y, también, de interés. Mezclar todo nunca es un buen sistema de análisis...