Aunque la materia de este libro sea Valle, no hemos de juzgar aquí si no a Gómez de la Serna. Conviene tenerlo presente. No es infrecuente que el retratista pueda interesarnos más que el retratado, por lo mismo que muchos retratados no han tenido retratistas a su altura. En este libro la cosa está bastante equilibrada, y podríamos decir, de uno y de otro, de Ramón y de Valle, que tanto monta, monta tanto... Andrés Trapiello (2006), prólogo de Don Ramón María del Valle-Inclán, Ramón Gómez de la Serna

No vean en este título ningún afán posesivo, sino el resto de una vieja admiración mitológica juvenil que se recordará este 28 de octubre.

El profesor por el que supe de Valle en mi adolescencia nunca me dio oportunidad de leer ni una línea suya, sin embargo me inundó de anécdotas simpáticas, que me tomaba como aventuras, de las que no perdía detalle, de su ceceo, de la fantástica batalla de su brazo izquierdo, de Tierra Caliente y sus andanzas mexicanas, de sus improperios a Echegaray, de sus complicidades con Benavente rescatándolo de los calabozos; en fin, un sinfín de episodios que, pocos años después, con las entendederas más abiertas, comprobé que formaban parte de la biografía que Ramón hace de Don Ramón, es decir, lo que Gómez de la Serna cuenta de Valle-Inclán; tanto es así que Andrés Trapiello, en el prólogo a la reedición de la obra advierte lo que reseño al comenzar.

Como si no hubiesen llegado las trabas en cuarenta años de ediciones simples, de su ausencia en los escenarios, cuando llega el aire más o menos fresco, a su lado siempre han ido los estudios más o menos rigurosos, los originales a cuentagotas, la propiedad de los derechos de autor, pleitos, las versiones cinematográficas con más voluntad que acierto? y, sobre todo, las carencias además de las disputas inútiles. Nadie osa bajarlo de los altares de la excelencia literaria, dicen eruditos que en los últimos años han visto la luz más de 3000 estudios, pero aún carecemos de unas obras completas de verdad; sí, nos queda la joya de coleccionista en las editadas por Rivadeneyra (1944) y el intento más reciente de Espasa (2002) que no son obras completas, sino expurgadas, sin el aparato crítico que ya sería menester.

Decía también que abundaban las discrepancias inútiles sobre Valle y su ideología o ideologías a lo largo de su vida, de si su carlismo inicial fue una pose o fue un compromiso de por vida, de su abandono del tradicionalismo en la dictadura de Primo de Rivera, de sus relaciones con la izquierda, del socialismo al anarquismo, de sus primeros contactos con el regionalismo derechista de Brañas o de Castelao portando su féretro el día de Reyes del 36, de si el joven anarquista Modesto Pasín se lanzó a su tumba para arrancar el crucifijo del féretro y tantas otras. Pienso que se documentará todo lo documentable, pero después de leer Farsa y licencia de la reina castiza, el retrato de Isabel II, Luces de Bohemia, la agonía de un sistema, Tirano Banderas, la novela del dictador... mi mito sigue intacto, el del autor de El trueno dorado publicado póstumamente en el diario republicano Ahora dirigido por Chaves Nogales (1936). Por cierto, cabecera reaparecida hace 55 semanas y ya cerrada otra vez.