El viernes 17, cuando todavía no llevaba un mes en el cargo pero ya había tenido que cesar a Michael Flynn, su consejero de Seguridad Nacional, por relaciones ocultas con la embajada rusa, el presidente Trump atacó a la prensa y a las cadenas de televisión. En un tuit afirmó: "Los medios de comunicación son el enemigo del pueblo americano".

Para Glasser, en base a la idea de recuperar a Rusia de la "gran catástrofe" del fin de la URSS, una gran humillación para el pueblo ruso, el objetivo de Putin era desde el principio concentrar todo el poder en el Kremlin. Diecisiete años después está claro que lo ha conseguido.

Por su parte, Gideon Rachman, el comentarista internacional del Financial Times, escribe que el presidente ruso cimenta su poder autoritario en una mezcla de nacionalismo, populismo, corrupción, control de los medios de comunicación y alianza estrecha con la nueva oligarquía rica. Y ve lógico que las más articuladas advertencias contra el trumpismo hayan venido de disidentes rusos como Garry Kasparov.

Y Rachman no se queda aquí, pues cree que la caída del comunismo en 1989 provocó una "ola democrática" que ahora está siendo sustituida por una "ola autoritaria". Rachman cita los casos de Hungría y Polonia en la Europa del Este o de Turquía? Y advierte de la amenaza populista en Europa y Estados Unidos. Encuentra preocupante que más del 70% de los americanos nacidos en los años 30 piensen que es "esencial" vivir en democracia y que esta creencia la compartan solo el 30% de los nacidos en los 80.

Putin se ha podido imponer en Rusia, donde la tradición liberal, desde los zares al comunismo, era prácticamente inexistente. Una evolución similar en EEUU, donde el poder está fraccionado, es casi impensable. Pero alguien advierte: "No habrá punto medio en Washington, o quienes se oponen a Trump lo derriban o él destruirá el sistema. Apuesto por lo primero, pero no me jugaría la vida".