Pero De Gaulle tuvo claro desde el principio -y hay que admitir que la historia le ha dado la razón- que Gran Bretaña no debía formar parte del entonces llamado Mercado Común. No creía que los ingleses pudieran estar más cerca de los alemanes o los franceses que de los Estados Unidos. Y dos veces -1963 y 1967- vetó su ingreso que se produjo en 1973 -en medio de un gran entusiasmo europeísta- cuando De Gaulle ya no era presidente.