En la ciudad de A Coruña malviven poco más de una veintena de personas que sufren las condiciones más extremas de la marginación, según los estudios de las organizaciones coruñesas dedicadas a paliar los efectos de la exclusión social. Son ciudadanos que dedican su día a día a sobrevivir, duermen en la calle, acuden a los comedores sociales y mendigan para sufragar sus gastos más primarios.

Estas personas apenas desarrollan relaciones de amistad o compañerismo y se encuentran la mayor parte del tiempo en la más absoluta soledad. La mayoría padece un deterioro cognitivo y un síndrome de apatía por su precario estado de salud, la deficiente o inexistente alimentación y el consumo de alcohol.

Tradicionalmente, estos vecinos excluidos suelen rechazar las ofertas de acogida en refugios que menoscaban su concepto de libertad y prefieren vivir en la calle, donde suelen ocupar espacios determinados por entornos en los que la conflictividad brilla por su ausencia.

Vivir en la calle, a merced de las inclemencias climatológicas, les pasa sin embargo una pesada factura a su ya deteriorada salud.

Durante décadas, se ha contemplado este visible estigma de la pobreza más extrema como parte inevitable del paisaje social coruñés y no se ha sabido o no se ha querido buscar una respuesta a esta situación. El primer paso serio para darle una solución habitacional y sanitaria a este problema social impropio del siglo XXI partió del proyecto Mi Casita, impulsado por el Hogar de Sor Eusebia, que prevé con el apoyo del Ayuntamiento, la Xunta y las organizaciones sociales coruñesas la construcción de veinte módulos habitacionales, de doce metros cuadrados cada uno, equipados con una cama, una mesilla de noche, un armario, un lavabo y un inodoro.

El proyecto se completa con un pabellón de servicios, que acogerá a trabajadores y educadores sociales, y donde se prestará atención social y sanitaria a las personas que lo requieran. En el pabellón habrá, también, una lavandería, una ropería, un office, una sala de televisión y una vivienda para la persona que se encargará de la vigilancia y control de las actividades que allí se realicen.

Los usuarios de este complejo gozarán de libertad, pero bajo ningún concepto se consentirán actividades molestas y perturbadoras de la convivencia. Para garantizarlo, habrá un servicio de atención y seguridad las 24 horas del día, los 365 días del año.

Mi Casita es el fruto de año y medio de reflexión y estudio en el que han colaborado trabajadores sociales, arquitectos y abogados. Un proyecto en el que están implicados el Ayuntamiento, la Xunta, la Universidad coruñesa y un gran número de profesionales y entidades que trabajan con los excluidos sociales. Y para que se haga realidad, el Ayuntamiento ha cedido una parcela de 1.500 metros cuadrados en el parque de Eirís, la Xunta financiará el pabellón de servicios y un importante número de entidades y empresas abonarán la construcción de los módulos habitacionales y su equipamiento.

Es el primer intento fundamentado para borrar de las calles de A Coruña la indignidad que supone que algunos de sus vecinos más desfavorecidos malvivan y mueran periódicamente al raso en las noches de frío y temporal.

La puesta en marcha del proyecto de Mi Casita ha tropezado sin embargo con el rechazo de algunos vecinos de Eirís, que temen que su implantación origine conflictividad en el barrio. La asamblea convocada hace unos días en el barrio para que representantes del Hogar Sor Eusebia explicase a los vecinos el proyecto acabó en un verdadero despropósito por la hostilidad manifestada por un grupo de asistentes que lo impidieron. El presidente de la Asociación de Vecinos de Eirís, Xesús Prado, lamentó que no se permitiera a los representantes del Hogar Sor Eusebia explicar el proyecto y argumentó que en parte se debe a que en el barrio hay gente muy enfadada porque se les desalojó precisamente de ese parque. El dirigente vecinal mantiene que Eirís ha cubierto ya su cupo de acogidas con el realojo de personas procedentes del poblado chabolista de Penamoa y propone al Hogar Sor Eusebia como ubicación alternativa el taller municipal de A Grela, actualmente sin uso.

Tras la tensa experiencia, el Hogar Sor Eusebia hizo público un comunicado en el que pide que se redoblen los esfuerzos de comunicación y diálogo con los vecinos y demanda tolerancia para debatir la cuestión con argumentos, evitando prejuicios y actitudes de xenofobia.

La oposición vecinal en Eirís ha traído a la memoria un similar conflicto generado cuando el Ayuntamiento se planteó trasladar en 2001 el Centro de Drogodependencias de Caixa Galicia en ronda de Nelle a unas nuevas instalaciones más amplias y mejor acondicionadas. Las primeras ubicaciones planificadas en Lonzas y Oza tuvieron que descartarse por la oposición vecinal. Una tercera ubicación en A Grela, tropezó también inicialmente con el rechazo de los empresarios del polígono, que temían conflictos en la zona.

La experiencia demuestra sin embargo que tras dieciséis años de funcionamiento en A Grela el nuevo centro de drogodependencias no ha generado el más mínimo problema. Una cualificada plantilla de médicos, psiquiatras y agentes sociales atiene allí a 2.200 toxicómanos al año. César Pereiro, entonces director del centro de drogodependencias y ahora jefe de Psiquiatría, establece un claro paralelismo con el caso de Eirís. "Los problemas no se resuelven solos. Proteger a personas sin hogar o a drogodependientes es también protegernos a nosotros mismos. Sin estas iniciativas, se generarían muchos más problemas en las calles. Las iniciativas de este tipo son siempre difíciles de poner en marcha al principio, pero la experiencia demuestra que siempre dan resultados positivos", defiende Pereiro.

En el caso de la tumultuosa asamblea de Eirís puede detectarse también el eco de otros episodios de los que convendría extraer lecciones para no volver a repetir los errores del pasado, como en Novo Mesoiro.

La transparencia sobre el proyecto Mi Casita debe ser absoluta por parte de sus impulsores, especialmente Xunta y Concello. La concejal de Xustiza Social, Silvia Cameán, ha abierto la puerta a replantear su ubicación si no hay aceptación vecinal al proyecto, un requisito que considera una condición indispensable.

Sería lamentable tener que renunciar a una iniciativa solidaria tan elogiada como el proyecto del Hogar Sor Eusebia, que cuenta además con recursos aportados por administraciones, empresas y entidades sociales, y que retiraría de las calles coruñesas un vergonzoso paisaje de exclusión social y marginación. Pero su ubicación no puede imponerse, sino que debe ser decidida en un debate ciudadano abierto, con absoluta transparencia pero también con sensatez, serenidad y tolerancia.