Buenos días! Una columna más, en medio del vaivén meteorológico que un día nos hace sudar la gota gorda y otro, dicen que en la jornada presente, nos hará retrotraernos al invierno. Ayer, 4 de julio, estábamos en alerta por altas temperaturas en las cuatro provincias gallegas y hoy, si se cumple el pronóstico, me estarán leyendo con un panorama mucho menos compatible con estos días de verano... En fin, que todo fluye y que la vida sigue dándonos sorpresas. Y que lo haga por mucho tiempo, que es de lo que se trata.

¿Les gusta el título del artículo de hoy? Bueno, en el mismo pretendo hacer un pequeño chascarrillo sobre aquella película de Oliver Stone - Nacido el 4 de julio, sobre el libro autobiográfico de Ron Kovic y estrenada el 5 de enero de 1990- con el único fin de llamar su atención e invitarles a compartir estas líneas conmigo. Pero lo cierto es que el de ayer, 4 de julio, es un día prolijo en aniversarios de todo tipo. Al archiconocido Día de la Independencia de Estados Unidos, que quizá sea aprovechado por su todavía presidente para dar otra vuelta de tuerca a aquello de "hacer amigos", especialmente entre la prensa, se suman bastantes más celebraciones y conmemoraciones, que hacen que valga la pena fijarse en ello. Vamos allá.

Y es que fue un 4 de julio cuando falleció la primera persona que obtuvo dos premios Nobel. Uno, para ir dando pistas, junto a su marido, de nombre Pierre, y otro científico. Y otro, solita. Hablo, claro está, de Marie Slodowska, más conocida por el apellido de su marido, que adoptó como propio. Se trata de la ciudadana polaca nacionalizada francesa Marie Curie, como ustedes habrán adivinado. Una pionera en muchos campos, tales como ser, por ejemplo, la primera mujer en ocupar un puesto de profesora en la Universidad de París.

Marie Curie obtuvo el Nobel de Física en 1903, compartido con su marido y con Henri Becquerel, por sus trabajos sobre la radiación y su naturaleza. Pero más tarde, en 1911, a la investigadora le fue concedido en solitario el Nobel de Química. Es la introductora del término radiactividad, y descubridora de dos elementos químicos, como son el Polonio (en honor a su país de nacimiento) y el Radio. Marie Curie llevó a cabo los primeros tratamientos de procesos neoplásicos utilizando isótopos radiactivos, germen de la actual radioterapia. Y, como muchos de sus colegas de la época, la nula utilización de medidas de autoprotección frente a la radiactividad se cobró su vida a los 66 años. Corría el año 1934 y era, como decimos, 4 de julio. Tiempos románticos y duros para la Ciencia y, como no, para la vida...

Ocho años antes, también un 4 de julio, pero de 1926, nacía Alfredo Di Stefano, mítico jugador -para muchos, el mejor de todos los tiempos- y entrenador de fútbol hispano-argentino, fallecido por cierto 88 años y tres días después, un 7 de julio de 2014. O en el que fue proclamado santo el obispo Ulrico de Augsburgo, en el año 993, en la que fue la primera canonización de la Iglesia Católica. El 4 de julio de 2012 el CERN -Centro Europeo para la Investigación Nuclear, en Ginebra- hizo público el descubrimiento del Bosón de Higgs, lo que suponía un espaldarazo a las teorías científicas que lo predecían, que tuvieron que esperar a la construcción del LHC, gran colisionador de hadrones, para verse corroboradas desde la experiencia.

Como les digo, todo es devenir y, para empezar, esta propia columna, dedicada a un día, el 4 de julio de 2017, que ya no existe más que en nuestro recuerdo colectivo... Exactamente igual que todas y cada una de las jornadas de nuestra existencia, que no son más que una inmensa e intensa oportunidad de aprender de las vivencias del día, que a buen seguro nos serán útiles en el presente y, si es el caso, en lo que denominamos como futuro, que no es más que la expectativa, irreal en tanto que no materializada, de hipotéticos presentes posteriores en la línea, siempre hacia adelante, del tiempo...

Sean felices y, si no hay novedad, nos vemos el 8 de julio. Así sea.