Macron logro ser presidente y -más difícil- su nuevo partido obtuvo mayoría absoluta en las legislativas. Luego su relación con Merkel, la recepción a Putin en el Palacio de Versalles, la reunión del G-20 en Hamburgo y la presencia del presidente Trump en la fiesta nacional del 14 de julio le han dado imagen de estadista internacional.

Pero la luna de miel se puede estar acabando. Se creía que los primeros problemas surgirían con la reforma laboral, que se ha iniciado sin ruido. O que la necesidad de bajar el gasto público -o la imposibilidad de bajar impuestos- le haría perder apoyos sociales por los recortes, o el favor de las clases medias por el retraso en las prometidas rebajas de impuestos. Pero nadie esperaba que el primer choque de Macron -un presidente muy interesado en el papel, también militar, de Francia en el mundo- fuera nada más y nada menos que con el jefe del ejército.

Para cumplir con el déficit del 2017, el gobierno se ha visto obligado a un recorte no previsto de 4.500 millones. Y 870 van a venir del Ministerio de Defensa (32.000 millones de presupuesto). Pero el ejército lleva años quejándose y el jefe del Estado Mayor, el general Pierre de Villiers, bien considerado y hermano del político nacionalista Francois de Villiers, no dudó en manifestar su irritación en una comisión parlamentaria: "no me voy a dejar joder esos 870 millones". La frase llegó a la prensa y Macron afirmó con rapidez que el jefe del ejército era él, que no era bueno lavar ropa sucia en público, y que si el general no estaba de acuerdo podía dimitir. Lo hizo el miércoles.

Macron ha tenido decisión en romper con la "adicción al gasto público de la sociedad francesa", que criticaba, y el choque no ha sido con los sindicatos sino con el ejército. Pero ha tenido un desencuentro público que -según Jerome Fourquet, director de la primera casa de encuestas francesa- puede perjudicarle ante parte del electorado pues, tras los atentados de los últimos meses, el ejército ha ganado popularidad y es visto como garante de la seguridad.

Bajar 60.000 millones de gasto público en cinco años y al mismo tiempo eliminar impuestos (el de patrimonio y el de la vivienda) y llevar el déficit público a una posición cercana al equilibrio -lo que no pasa en Francia desde hace muchísimos años- no es una ecuación fácil. El jefe del ejército ha sido el primer rebelde y la primera víctima.

Pero la oposición -no solo la derecha- ha aprovechado para atacar a Macron con cierta furia. El conservador Le Figaro tituló: "El general Villiers se va, Macron logra la unanimidad en contra".