La Autoridad Portuaria de A Coruña acaba de recibir oficialmente la confirmación de la renuncia de Pemex a instalarse en Langosteira, donde la petrolera tenía previsto desde 2012 invertir 58 millones que finalmente se quedaron en papel mojado.

Esta retirada, que se veía venir hace mucho, tras las continuas largas de la compañía año tras año a la hora de ejecutar el proyecto, se dio prácticamente por hecha hace nueve meses, cuando directivos del gigante mexicano de visita el pasado noviembre en unos astilleros gallegos, adelantaron que la difícil situación económica hacía inviable esa millonaria inversión.

Una cruda realidad que los responsables del Puerto coruñés se han resistido tozudamente sin embargo a reconocer hasta la llegada estos días pasados de la aciaga carta oficial que zanja definitivamente una non nata vía de negocio para la dársena exterior en la que la política anduvo por medio.

La ahora fallida instalación de Pemex fue anunciada en un acto oficial al que asistieron el presidente del Puerto, Enrique Losada y el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, en agosto de 2012, dos meses antes de las autonómicas en las lograría su primera reelección. En mayo de 2013, un año después de la firma, la compañía hizo público que su presencia en punta Langosteira, inicialmente prevista para 2014, se retrasaría al menos a 2016. A final de ese año, los directivos de la petrolera mexicana abrían ya la puerta a una retirada definitiva que ahora se confirma oficialmente.

El final del proyecto de Pemex pone ahora el foco también en otra iniciativa en Langosteira aún más antigua y sin materializar, la de Beijing 3E. El grupo chino solicitó instalarse en el puerto exterior coruñés en mayo de 2012 para ocupar 120.000 metros cuadrados e invertir 270 millones de euros en una planta de reciclaje de aceites navales. Pese a que desde aquel momento no ha vuelto a haber noticias de la compañía, la Autoridad Portuaria mantiene que la actuación no ha sido descartada y alude a la lentitud de las decisiones empresariales en China para justificar el retraso de su puesta en marcha. Las posibilidades de su desembarco según los expertos son prácticamente nulas.

La confirmación de que finalmente el grupo petrolero mexicano no se instalará en Langosteira convierte a Repsol por el momento en la única esperanza para la consolidación de la nueva dársena, a la espera de que prospere el proyecto de Deep Water.

El acuerdo alcanzado por la Autoridad Portuaria y Repsol establecía que la compañía operaría en Langosteira en abril de 2018 con el 60% de su actual actividad en el puerto interior, aunque las dificultades para completar el proceso hacen que ya se admita una demora de varios meses. Ambas partes aún deben cerrar otro pacto sobre el traslado del resto de la actividad de la refinería en los muelles urbanos y también está pendiente de construcción el oleoducto que enlazará la dársena con el complejo industrial, imprescindible para que Langosteira pueda funcionar como terminal petrolera.

La empresa Deep Water tiene la intención de operar en el puerto exterior en este mismo sector, pero su proyecto todavía está en una fase inicial, ya que únicamente ha presentado una solicitud para ocupar 45.000 metros cuadrados. Deep Water Oil Transhipment Hub, compañía de capital español, ha anunciado una inversión de 30 millones de euros en Langosteira, la mitad de la previsión de Pemex, para construir una terminal de almacenamiento y distribución de productos petrolíferos, pero su iniciativa aún debe concretarse. En cualquier caso, teniendo en cuenta los trámites legales necesarios, entre ellos el medioambiental, la operación no sería una realidad antes de 2019.

La confirmación del traspiés de Pemex llega en un momento en el que el Puerto debe mover ficha para reanudar las negociaciones con el Ayuntamiento sobre la venta de los muelles. En enero hubo un prometedor encuentro entre el alcalde coruñés, Xulio Ferreiro; el presidente de la Autoridad Portuaria coruñesa, Enrique Losada y su homólogo en Puertos del Estado, José Llorca, en la que se suspendió la cuestionada subasta de La Solana y el Hotel Finisterre y se acordó abrir una hoja de ruta para lograr un consenso sobre la operación de los muelles. Las negociaciones se suspendieron provisionalmente a petición de Puertos del Estado al estallar el conflicto de los estibadores y Llorca se comprometió a marcar una nueva fecha para su reanudación de la que nada se sabe medio año después.

La anunciada espantada de Pemex demuestra que la consolidación de negocios de calado para Langosteira por parte de la Autoridad Portuaria sigue siendo la asignatura pendiente para su futura rentabilidad. En esta tesitura de incertidumbre, sería un error enquistarse en un interminable enfrentamiento con el Concello, que se pronunció con unanimidad política a favor de una solución consensuada que no lesione los intereses generales de los coruñeses. La negociación sigue siendo la mejor opción para despejar el futuro de Langosteira y ya va siendo hora de que se retome, tal y como Puertos del Estado prometió a principios de año.