Muy difícil, querida Laila, escribirte hoy de otra cosa que no tenga relación con los atentados de Cataluña. Estamos perturbados, conmovidos, indignados y profundamente tristes por una masacre perpetrada por alguien que no duda en llevarse por delante a personas inocentes y que ha decidido sembrar el dolor y la muerte indiscriminadamente. Sé perfectamente que estos crímenes de etiología yihadista se producen continuamente y que afectan en mayor medida, con mayor virulencia y con muchas más víctimas, a países cuya religión mayoritaria es la misma que se invoca para realizar los atentados. Son muchos más los musulmanes muertos por los atentados de otros musulmanes que las víctimas, digamos occidentales, de otras creencias, ideologías o nacionalidades. Lo que nos sucede es que cuando el crimen se comete al lado de nuestra casa y afecta a nuestra propia gente nos perturba, nos conmueve más y, sobre todo, nos alerta y nos alarma por el efecto proximidad y también por la mayor repercusión mediática e informativa. Es un asunto de percepción individual y colectiva.

Tras la perplejidad e incluso el pánico inicial la gente inmediatamente se pregunta qué puede hacer y en cierta medida lo hace. Son las reacciones de solidaridad con las víctimas, de representar los sentimientos de luto, de apoyo, de compasión que suelen cristalizar en expresiones colectivas como ayer: No tinc por. En España y hasta hoy, la ciudadanía ha reaccionado siempre con gran capacidad de discernimiento y un alto nivel de inteligencia emocional colectiva que ha evitado fobias y reacciones irracionales que son, entre otros, objetivos que el terrorismo busca con sus acciones. En este sentido es muy importante conseguir siempre que cualquier estrategia terrorista fracase, bien porque se logra evitar el atentado o bien porque, aun perpetrado el crimen, no consigan nunca los terroristas sus fines y objetivos.

Quiero decirte con esto que los españoles hemos aprendido mucho de tanto terrorismo como hemos sufrido, gracias seguramente a lo cual nuestras fuerzas de seguridad han podido evitar bastantes atentados y cuando, como ahora, los violentos logran alguno, todo el sistema de seguridad, de protección y de atención a las víctimas funciona muy bien, aunque todo sea susceptible de mejora. Sin embargo, querida, España y Europa no han conseguido todavía abordar con éxito respuestas globales a las causas más profundas del terrorismo que nos ataca y que tienen que ver con la política internacional que se impulsa, en la que se participa y que genera problemas políticos, bélicos y sociales muy graves, que son el caldo de cultivo originario de las fuerzas del terror. Tampoco España y Europa han logrado todavía, por otra parte, respuestas educativas, sociales y económicas a amplios sectores de nuestras sociedades que no se sienten integrados en sus propios países y que están siendo objeto de captación yihadista, otorgándoles un falso y nefasto sentido a sus vidas, generalmente jóvenes. Para que lo entiendas: a mí no me gustaría nada, por ejemplo, volver a ver al rey Felipe visitando Arabia Saudí o seguir asistiendo a la devaluación creciente de la escuela pública.

En todo caso, cada uno de nosotros debe asumir que nuestros actos diarios y nuestras decisiones, personales o dentro de un colectivo, siempre tienen repercusiones para bien o para mal y hemos de escoger, conscientes de que nuestros hechos, nuestros dichos, nuestros silencios o nuestras complicidades producen aquel efecto mariposa de Norton Lorenz, que puede generar vientos fuertes a favor de la convivencia y de la paz o todo lo contrario. Y asumir esto, querida, también es aprender.

Un beso.

Andrés