Pues amarga la verdad,

quiero echarla de la boca;

y si al alma su hiel toca,

esconderla es necedad.

Quevedo

Hemos soportado muchos atentados terroristas a manos de asesinos irracionales, los condenamos y combatimos; hemos tratado de buscar una explicación y nuestros dirigentes políticos nos han pastoreado con sermones alabándonos y pasándonos la mano por el hombro explicándonos que nuestro comportamiento ciudadano es ejemplar, que somos víctimas inocentes ¡qué descubrimiento!; pero a un servidor el pasmo le dura por no lograr que se expliquen las razones más objetivas por las que estas tragedias ocurren, además de decir que somos los buenos y los otros, los malos.

Al final terminamos leyendo vómitos de cuatro descerebrados de la caverna que siempre aprovechan su pisuerga particular para avivar las llamas fascistas y oyendo los silencios con sordina de opiniones más sensatas, pues sus verdades levantan urticarias. Podríamos recordar que se trazaron fronteras a tiralíneas en la descolonización, se crearon países artificiales de acuerdo con los intereses de potencias occidentales, se crearon y derrocaron líderes al antojo de los intereses económicos en Oriente Medio y el sudeste asiático. Pero no es nuevo.

Recordemos el ejemplo del Galdós de principios del siglo pasado, autor de una carta poderosa y crítica con la guerra del Rif (1909) y con la Iglesia aliada de los magnates piadosos (los Romanones, Güell y Comillas) que explotaban las minas de hierro con la defensa armada de 20.000 hombres como carne de cañón. Su Carta al pueblo español empieza con una llamada a la acción para acabar con los problemas del Rif, causantes de las protestas que acabarían en la Semana Trágica en Barcelona y responsabilizando a Maura. En las últimas frases de la carta, el autor pide que terminen la guerra:

"Apaguemos de un soplo los cirios verdes que alumbran el siniestro Santo Oficio llamado por mal nombre Defensa Social, vergüenza de España y escándalo del siglo, y pongamos fin a las persecuciones inicuas, al enjuiciamiento caprichoso, a los destierros y vejámenes con ultraje a la humanidad y desprecio a los derechos más sagrados. . . No temamos que nos llamen anarquistas o anarquizantes, que esta resucitada Inquisición ha descubierto el ardid de tostar a los hombres en las llamaradas de la calumnia".

Galdós fue censurado y amenazado por cantar las verdades en sus cartas y sus obras; por denunciar el origen de los problemas sociales de los españoles, recibía anónimos de "patriotas" criticando su actitud, acusándole de ser agente pagado de otro país y traidor: "? e llegado (sic) de Madrid para cortarle el cuello y arrastrar tu cabeza por la ciudad de Santander, te voy a quitar la Vida". "Ultimo abiso Galdos estas (sic) comprometido para perseguir al Papa y a la Iglesia. Yo también estoy comprometido para quitarle la vida debías de estar fusilado como Ferrer [y Guardia].

Habrá que seguir buscando a quien esconde la verdad.