No coincido con quienes diluyen en generales causas políticas, sociales y económicas, con el petróleo al fondo, la responsabilidad de los atentados en Barcelona y Cambrils. No coincido porque, como escribí el domingo pasado, entiendo que de modo directo los jóvenes y estúpidos criminales asesinaron seducidos por el fanático mensaje religioso de un imán, siguiendo unas técnicas de adoctrinamiento similares a las que hicieron posible la trayectoria de los jóvenes y estúpidos criminales de ETA. Jóvenes, y por eso temerarios hasta el crimen, y estúpidos por dejarse convencer por un mensaje por el que morir o destrozar su vida con largas temporadas en la cárcel a cambio de nada. Ni el paraíso de las huríes, ni la independencia y la revolución socialista en el País Vasco. El salafismo yihadista, que postula la conquista y sometimiento del mundo al Islam, sostiene que la derrota de Poitiers en el 732, que frenó en seco el avance del Islam por Europa, las Cruzadas, la pérdida definitiva de Al-Andalus en 1492 y los conflictos posteriores hasta los de ahora mismo, exigen mantener viva la exigencia de una guerra santa contra el infiel para revertir la historia de sus fracasos. Claro que, como toda confrontación general, profunda y duradera, mezcla causas políticas y económicas pero sin el adoctrinamiento religioso directo y concreto del imán los atentados no se hubieran producido. No es sólo un conflicto entre el Islam y el infiel, cristiano o judío, sino entre interpretaciones distintas del mismo Islam, como lo demuestra que el mayor número de atentados tenga lugar en países de esa religión. También Europa sufrió guerras tremendas entre cristianos. Guerras de religión en todo caso como, en cambio, no lo fueron la primera y segunda guerras mundiales, la guerra de secesión en Estados Unidos, la de la Independencia de ese mismo país o la nuestra contra las tropas napoleónicas, o los cientos de guerras dinásticas y de conquistas y sometimientos territoriales por evidentes motivos políticos y económicos. No comparto ese afán de excluir o infravalorar la motivación religiosa de los atentados concretos y su conversión en simples consecuencias lógicas de conflictos socioeconómicos superiores en duración, alcance y profundidad, que concluyen en una general culpabilidad del Occidente capitalista, democrático, liberal y relativista. Como tampoco son aceptables las explicaciones que apuntan sólo y reiteradamente a la falta de integración y oportunidades de los jóvenes criminales. Si con eso bastara Europa sería una guerra permanente. El peligro tiene un concreto marchamo religioso y la libertad de expresión no debe amparar discursos religiosos radicales y excluyentes.

Una de las consecuencias de la actuación de la policía autonómica catalana en los atentados ha sido la conclusión de que Cataluña ha demostrado al mundo que puede ser un autosuficiente Estado independiente. Es la de dos periodistas en el Wall Street Journal a los pocos días de los atentados. Lo podrían haber dicho, por riqueza y autosuficiencia, de California o de Texas, de la imaginaria Padania del próspero norte italiano o de la Baviera alemana. Escribieron con escasa y parcial información por no esperar a saber lo que todos, con paciencia, vamos conociendo de la actuación de los Mossos. En todo caso, los dos periodistas también podrían haberlo dicho de cualquier lugar porque, desde que existen Andorra, Liechtenstein, Qatar y países mucho más pobres, se sabe que para ser Estado independiente no basta con ser rico, ni con la policía propia de los condados estadounidenses. Ni basta con que lo quieran los independentistas. Aún faltan algunos detalles que no se dan en Texas, ni en Quebec, ni en Baviera, ni en Córcega, ni en el cantón de Cartagena. Como no se dan en Cataluña.